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La productividad y su importancia

Según la Comisión Nacional de Productividad, entre los años 1990 y 2000, Chile creció anualmente en promedio un 6,2%, y la contribución promedio de la Productividad Total de Factores fue de 2,3 puntos porcentuales. Por otra parte, en el período entre los años 2000 y 2015, el crecimiento promedio anual del PIB fue tan sólo un 3,9%, con un mediocre aporte de la productividad de 0,1%. Es decir, la falta de aumentos en la productividad explica en buena parte nuestra dificultad para crecer como país.

El 23 de agosto se lanzó el libro En búsqueda de la productividad perdida. El libro nace de la necesidad de dar visibilidad a un tema de gran importancia, pero tremendamente relegado de la discusión pública. En efecto, sólo como muestra de la falta de interés por parte de la opinión pública, el ministro Valente contó como anécdota en el lanzamiento del libro, que un periodista le había dicho que cada vez que menciona la palabra “productividad”, disminuyen las ventas de los diarios.

Para abordar este tema que parece tan árido -pero que afecta directamente el bienestar de los chilenos-, el libro muestra distintos determinantes de la productividad como son la innovación, la competencia, el capital humano y el talento empresarial, entre otros. En su conjunto el libro muestra que la solución para nuestro problema de productividad no es único, es más bien múltiple y variado. Como dice Hernán Cheyre en el prólogo, no hay una bala de plata para aumentar la productividad, son muchos esfuerzos y en diferentes ámbitos los que deben realizarse.

Es por lo anterior que tiene sentido que la reciente agenda lanzada por el gobierno tenga un carácter misceláneo, que incluye una ley con 20 medidas para “…simplificar trámites, eliminar burocracia y mejorar la competitividad”. Algunas de las medidas destacadas por el ministerio son formalizar los Informes de Productividad y Coherencia Regulatoria, ampliar los registros electrónicos que lleva el sistema de Empresas en un Día y facilitar instalación de antenas de telecomunicaciones.

Transversalmente se espera que políticas que apuntan a aumentar la productividad tengan buenos resultados. Por lo anterior, es esperable que las diferentes medidas sean evaluadas y se hagan los cambios necesarios si éstas no funcionan o tienen espacios de mejora. En mi opinión, la falta de evaluación rigurosa ha sido una de las deficiencias de las agendas de productividad que han impulsado gobiernos anteriores.

Mientras eso ocurre, la invitación es a leer el libro, empaparse de los diferentes aspectos que determinan la productividad y conocer las propuestas de políticas públicas que algunos expertos plantean en los capítulos que escribieron. Ojalá este sea un tema más presente en el debate y de relevancia para quienes están en el proceso de decisión de las políticas públicas.

Fuente: Revista LyD.-

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