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La trampa de la desigualdad

El Pais de Uruguay

En el discurso público, la trampa de la desigualdad nos lleva a pensar en imágenes donde los pobres son oprimidos por los ricos. Donde hay gente que no puede salir de la pobreza porque hay personas que tienen mucho dinero.

Sin embargo, la principal razón por la que la desigualdad es una trampa es otra. Es porque no nos deja enfocarnos en lo más importante que es la movilidad social, reducir la pobreza y en liberar el potencial de los uruguayos.

Actualmente la desigualdad, movilidad social, y reducción de pobreza se utilizan como sinónimos en el debate político y económico cuando en realidad no quieren decir lo mismo ni las soluciones para esos problemas son las mismas. Muchos estudios muestran que, aunque existe una relación entre esos fenómenos no existe una causalidad, es decir que la mayor desigualdad no necesariamente genera más o menos movilidad social o más o menos pobreza. Finlandia tiene el mismo nivel de desigualdad que Ucrania, Dinamarca tiene el mismo nivel de desigualdad que Pakistán. y EE.UU. tiene la misma desigualdad que El Salvador. Si el problema fuese la desigualdad, Ucrania, Pakistán y El Salvador ya serían potencias mundiales.

La trampa de la desigualdad viene en que usualmente las soluciones a este problema generan más barreras a la movilidad social y a la reducción de la pobreza. Las soluciones más comunes a la desigualdad son más impuestos corporativos, más regulaciones y sueldos mínimos más altos. No obstante, los países con menos desigualdad y más movilidad en el mundo son aquellos que tienen los mejores niveles de competitividad, y facilidad de hacer negocios, mercados laborales más flexibles y la menor corrupción.

Los ejemplos preferidos de los países con menor desigualdad y mayor movilidad social en el mundo son los países escandinavos. Sin embargo, Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia son países que figuran en lo más alto de los rankings de competitividad y facilidad de hacer negocios. Son los cuatro mejores países en los índices de estado de derecho y corrupción, es decir tienen instituciones sólidas. Y más allá de que los impuestos personales sean altos, los impuestos a las empresas no lo son. Dichas tasas corporativas fluctúan alrededor del 20% para esos países cuando en Uruguay es del 25%. Y todas las investigaciones académicas apuntan que los impuestos más perjudiciales al desarrollo económico son los impuestos corporativos y no a la renta personal.

No por eso los impuestos altos a la renta son algo bueno. Los ciudadanos de esos países pueden pagar impuestos altos porque hay más dinamismo económico, más participación laboral y menos inflación. Dichos países tienen las tasas de empleo más altas de la OCDE y como vimos incentivan de gran manera la iniciativa privada. Por ejemplo, la tasa de participación laboral, cuánta gente trabaja de la población económicamente activa, es de 82% en Suecia y 79% en Dinamarca mientras que en Uruguay fue de 58% en 2017. ¿Podemos costearnos ese nivel de impuestos cuando la inflación en Uruguay es del 8% mientras que en Suecia es del 2.5% y en Dinamarca apenas del 1%?

En última instancia, el mejor vehículo para la movilidad social y reducción de la pobreza es el trabajo. Los planes sociales, aunque necesarios para ayudar a los más vulnerables, también generan dependencia. Y no son sustituto a un ingreso sostenible y digno que solo viene del trabajo.

Pero esos trabajos tienen que venir y ser generados de algún lado. Y por eso hasta los países con menor desigualdad se enfocan en la generación de empleo e iniciativa privada al no imponer barreras a la competitividad y a la facilidad de hacer negocios. Es por eso que las tasas de participación laboral en esos países son más altas que en el nuestro.

Siempre que se habla de movilidad social toca hablar de educación. El único punto que diré al respecto es que la finalidad de cualquier educación es prepararse para el mercado laboral y tener gente capacitada que pueda aportar al desarrollo del país. Pero, si los trabajos y el incentivo a emprender no existen en el país para permitir que la educación tenga mayor impacto social, ¿cuál acaba siendo su rol? Y esto sin entrar al estado de la calidad de educación en el país, que ya bien se conoce.

Si nos enfocamos en soluciones que reduzcan la desigualdad económica pero que acaban generando más barreras al emprendimiento o dan lugar a más informalidad, en realidad no nos interesan tanto los pobres. Si no más que nada nos importa reducir la brecha para que los que tengan más acaben teniendo menos. Ya sea simplemente por envidia o porque pensamos que eso ayudaría a los pobres.

Por eso no podemos seguir en la trampa de debatir soluciones que reduzcan la desigualdad de ingreso. Esa desigualdad es solo un síntoma de otros problemas estructurales más grandes. Y si nos enfocamos en esos problemas estructurales finalmente llegaremos a tener una economía más dinámica y emprendedora en Uruguay, que a través de mayor inclusión social nos permita reducir la pobreza y generar mayor movilidad social. Finalmente, hasta tendremos menos desigualdad.

Por Gonzalo Schwarz, Presidente y CEO del Archbridge Institute. Columna publicada en el diario El País de Uruguay.-

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