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La Verdadera Deuda Estudiantil

Cediendo a las presiones del PC, la semana pasada la Presidenta se comprometió a eliminar el CAE,  con lo que según palabras de la diputada Vallejos, se buscaría reducir el endeudamiento de los jóvenes. Esto da cuenta de un diagnóstico equivocado, el problema de quienes se ven abrumados por la deuda estudiantil no son las condiciones del crédito, sino que sus malas oportunidades de inversión.

Uno de los principios básicos en la evaluación de proyectos es la separación de las decisiones de inversión y financiamiento. Podemos tener una muy buena oportunidad de inversión, pero si no tenemos buenas condiciones de financiamiento, llevar a cabo el proyecto no necesariamente será rentable. Lo mismo puede suceder al revés, si las condiciones de financiamiento son demasiado buenas (si estudiar una determinada carrera es gratis por ejemplo) puede que una mala oportunidad de inversión, se vuelva rentable.

Como sociedad, debiésemos aspirar a que existan las condiciones de financiamiento para que se lleven a cabo las buenas inversiones, aquellas que permiten sacar el máximo provecho a los recursos disponibles. Esto es especialmente importante cuando se trata de los sectores más vulnerables de nuestra población. Queremos que estas personas enfrenten condiciones de financiamiento que les permitan invertir sus recursos –tiempo, ahorros, esfuerzo- en proyectos que generen valor y les permitan acceder a mejores condiciones de vida.

No tener claro lo anterior es lo que nos ha llevado a la injusta satanización del Crédito con Aval del Estado (CAE). Se le culpa a este instrumento financiero de sobre endeudar a estudiantes que pusieron sus esperanzas en él, de ser un instrumento para “mantener esclavizadas a las masas” ¿Pero cuál es el motivo por el que una persona que financió sus estudios con CAE se vea posteriormente abrumado por la deuda? ¿Qué falló? La respuesta no son los intereses, o el tamaño de las cuotas, ya que estos elementos son bastante más beneficiosos de lo que se observa en el mercado.

La respuesta es el bajo nivel de ingreso que tienen estos estudiantes. Tomaron una mala decisión de inversión, no una mala decisión de financiamiento. Se trata de estudiantes que eligieron un programa con baja empleabilidad o bajos salarios, que desertaron a mitad de camino, o que se demoraron más de lo previsto. La evidencia muestra que nuestro sistema de educación superior es tremendamente heterogéneo, y que conviven en él programas que son altamente valorados en el mercado laboral, con otros que no lo son tanto (lo que no significa que no tengan otro tipo de valor). Además los retornos de cursar un determinado programa también dependerán de las características de cada persona. Ingresar por lo tanto a la educación superior, no es siempre una buena idea si lo que nos importa es la rentabilidad de la inversión, aunque fuese gratuita.

Si queremos que nuestros jóvenes tengan la posibilidad de sacar el máximo provecho a sus capacidades, debemos dejar de discutir sobre el tipo de financiamiento al que tienen acceso y comenzar a discutir sobre las oportunidades de inversión a las que tienen acceso. ¿Tienen nuestros jóvenes más vulnerables la posibilidad de acceder a los programas de mayor retorno que ofrece el sistema? ¿Cuentan con la información necesaria para comparar la conveniencia de un programa sobre otro? ¿De una institución sobre otra? Lamentablemente no, y esta es nuestra verdadera deuda.

Columna de Cristina Tupper, investigadora del Programa Social de Libertad y Desarrollo.-

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