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La sorpresa 2016 y 2017

El Mercurio

Trump fue la sorpresa del 2016 y lo será del año nuevo. Seguro que mañana va a remecer el árbol de pascua y no se moverá ni un pelo, propio o ajeno. No se queda tranquilo.

Pocos anticiparon el triunfo del 45º Presidente de los Estados Unidos de América. La mayoría de los expertos, dirigentes políticos, la prensa y los poderes establecidos lo rechazaban, ridiculizaban y descalificaban. Se resistían a aceptar su candidatura y, por cierto, su victoria sobre Hillary Clinton. Seguramente, temían por sus arrebatos autoritarios, la supremacía de sus promesas y por su rupturismo.

Donald derrotó a Hillary- pésima candidata- con una estrategia comunicacional y electoral brillantes.

Se concentró en arrancar a los demócratas los estados menos poblados del centro. Los que dieron el triunfo a Obama. No perdió el tiempo visitando al mayor, California, feudo demócrata. Tampoco se desgastó en Texas, reducto republicano. Así captó los 304 votos electorales que decidieron su presidencia. Allí de no vale la votación nacional sino la de los estados. Es la formula concebida por los padres fundadores para promover la unión federal.

Maestro de las comunicaciones, repitió una y otra vez que la ex primera dama, senadora y Secretaria de Estado, era una delincuente, que la encarcelaría. Así acrecentó la desconfianza que generan los Clinton y sumergió su propio lado oscuro.

De nada sirvió la billonaria campaña de Hillary y la grosera intromisión y la alta popularidad de Barack y Michelle Obama para rescatarla. Tampoco prosperó la desesperada maniobra del lunes pasado para que los electores cambiaran sus preferencias en el Colegio Electoral y desconocieran su compromiso con el candidato electo y votaran por Hillary.

Donald Trump es y será un cajón de sorpresas el 2017. Asume el 20 de enero y ya está gobernando, por twitter. Pregúntele a los chinos, a Putin y a todos los que están pegados a la pantalla del celular para informarse de lo que se viene.

Debe saber Trump que si persiste en su fanatismo tendrá corta duración como Presidente.  Se expone a reacciones también fanáticas, y al juicio político para destituirlo, como a Nixon. Los norteamericanos podrán tolerar, y algunos celebrar, sus vulgaridades, excentricidades y exabruptos. Lo que no aceptarán es que abuse de su autoridad, que traspase la ley.

Seamos positivos y esperemos con tranquilidad las sorpresas que aporte Trump: tiene un formidable límite de contención, la institucionalidad de los Estados Unidos, que es precisamente lo que hace grande a América, lo mismo que pretende Donald.

 

Columna de Hernán Felipe Errázuriz, Consejero de LyD, publicada hoy en El Mercurio.-

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