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Crónica (parcial) de un cabildo provincial

El Mercurio

El sábado pasado asistí a un cabildo provincial. Sentía curiosidad por saber quiénes participarían, qué los motivaba y cómo se desenvolvería el diálogo. Me interesaba también conocer de primera mano la crítica constitucional; cuál era el verdadero problema que tenemos con la Constitución. Y si bien no pude quedarme entre las seis y ocho horas que duraron los encuentros, en el tiempo que estuve encontré algunas respuestas.

Primero, respecto de quiénes asistimos ese día. Los que estábamos ahí éramos personas que parecíamos tener una agenda bastante predeterminada. La mayoría había participado antes en encuentros locales y todos íbamos a influir en aquello que considerábamos como más relevante. Dicho de otra forma, ahí no estaba la "señora Juanita" ni el "ciudadano de a pie"; ahí estábamos profesores universitarios, dirigentes locales, candidatos, militantes, activistas, etcétera. Obviamente ello no desmerece a quienes asistimos, sino que simplemente contribuye a matizar las conclusiones. Estas reflejarán el interés de una minoría de intensas preferencias constitucionales y no la visión del Chile "real".

Una muestra de eso es que un joven de 14 años, articulando bien ideas y palabras, planteó como un valor esencial la democracia "popular": "esa que existe en Venezuela y Cuba" (sic), agregó, como para ponernos al día. Sorprendido le pregunté, en voz baja y en un tono inocente, si no pensaba que en Venezuela había "algunos problemas". Con total paz me respondió que esos eran "inventos de una cadena de televisión internacional: CNN... ¿la conoces?", me dijo.

¿Y qué se puede decir de la crítica a la Constitución? Esta se levanta sobre un mito tan extendido como sencillo: la Constitución actual es la causa de todos nuestros problemas y por eso debe ser reemplazada para así hacer realidad nuestros sueños.

Eso se apreció desde el inicio. En la ronda introductoria cada uno debía contar qué lo había motivado a asistir. Todos criticaron duramente la Constitución. ¿Por qué? Uno le echó la culpa de ser la causa del precario acceso a prestaciones de salud de los más pobres; otra señora reclamó que la Constitución impedía la participación; otro criticó a las AFP (y por eso, intuyo, había que cambiar la Constitución), y un joven afirmó categóricamente que "la Constitución es la que nos tiene así". Por eso, cuando al final un seguidor de la doctrina de la retroexcavadora sostuvo "la Constitución es perversa; hay que destruirla", nadie mostró mayor sorpresa. Solo un asistente, a su modo, planteó un matiz: nos dijo que no debíamos gastar tiempo en la discusión de difusos "principios", porque lo importante eran las "instituciones"; ahí estaba la sala de máquinas del ejercicio del poder que traería luego los cambios. Pero, tal vez porque esas instituciones no reflejan sueños y utopías como las que nos han vendido con la nueva Constitución, su moción fue rápidamente olvidada.

Entonces no es de extrañar que en este tipo de encuentros se hable mucho de los sueños que tenemos en Chile, y poco de aquello que una Constitución realmente puede solucionar.

Por último, y en relación con la dinámica de estas asambleas, palpé con claridad lo evidente: en esta instancia, y también en la próxima, la estrategia de los grupos mejor organizados es la que más influye. Muestra de ello es que, luego de la presentación, había que elegir un secretario de actas y un moderador. En mi grupo, el secretario de actas fue una joven que se ofreció gentilmente después de una conversación silenciosa con otro de los integrantes. Quién sabe si fue la proactividad de la candidata o la simple desidia lo que inhibió a los demás. Pero ella fue finalmente la elegida por unanimidad... después vine a saber que nuestra elegida es una veinteañera militante comunista con una promisoria carrera en la política estudiantil. Ella tomó el lápiz y llevó los difusos comentarios generales al acta final. El que sabe, sabe...

Otro ejemplo de lo mismo: al poco andar, me di cuenta de que algunos de los asistentes tenían un papel que revisaban regularmente. Cuando le pregunté a mi vecino, con toda amabilidad me dijo que eran algunas propuestas. El "papel" era una buena guía elaborada por un partido de izquierda para propagar ciertas ideas fuerza. Todo ello muy bien explicado; con frases sencillas y punzantes. Esto permite suponer que los resultados que se extraigan de los cabildos serán más fieles a la "agenda" constitucional de sectores organizados que al genuino resultado de la deliberación desinteresada.

La idea con la que quedo es que estas instancias pueden tener valor como ejercicio catalizador de esperanzas o como espacio de debate político. Pero como mecanismo para la elaboración de una Constitución, sus resultados son más que discutibles.

Columna de Sebastián Soto, Director del Área Constitucional de Libertad y Desarrollo, en El Mercurio.-

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