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El espejo roto

El Libero

“La Nueva Mayoría quebró el espejo” me sugirió un periodista hace unos días, y me pareció una excelente analogía del grave problema de confianza que enfrentamos, y que impide que se recupere la inversión y el crecimiento.

Con sus reformas y su retroexcavadora, junto con el discurso que puso bajo sospecha de ilegitimidad la actividad privada rentable, el gobierno tiró una gran piedra al espejo de la confianza empresarial. Se olvidó completamente que la búsqueda de ganancias, el vilipendiado lucro, es finalmente el motor del desarrollo económico, y al deslegitimarlo, le pega al corazón del crecimiento.

Sin confianza en las reglas del juego, bajo la amenaza de expropiar por la vía legislativa y/o reglamentaria cualquier retorno que pareciera excesivo, la inversión se ha desplomado en forma equivalente a la observada en situaciones de agudas crisis externas. Vemos ahora con gran preocupación cómo este escenario se traduce ahora en el dramatismo de la pérdida del trabajo formal, habiéndose ya agotados los espacios para los trabajos precarios de vendedores ambulantes y servicios esporádicos. El resultado será que probablemente las nefastas reformas del gobierno no sólo no mejorarán la distribución del ingreso, sino que la empeorarán.

En los últimos meses, ha crecido dentro del sector más razonable de la Nueva Mayoría la conciencia de que sin crecimiento económico son completamente inviables las promesas de mayor bienestar “a todas y todos”, y se hacen progresivos esfuerzos por recuperar el dinamismo perdido. Necesariamente, esto pasa por recuperar la confianza, tarea que parece descomunal en las actuales circunstancias, en que en forma simultánea a los discursos de productividad, avanza la agenda legislativa anti crecimiento y anti confianza.

El llamado Proceso Constituyente es sin duda la mayor traba en esta tarea. En la analogía del espejo roto, el gobierno intenta en forma desesperada volver a pegar todos los pedazos de vuelta, pero aunque lo lograra hacer, el espejo ya no sirve para nada, no dará ningún reflejo claro. Lo único que sirve a estas alturas es cambiarlo por uno nuevo, con la esperanza de que no tengamos que sufrir también los “siete años de mala suerte” que depara un espejo quebrado.

Columna de Cecilia Cifuentes, Economista Senior del Programa Económico de Libertad y Desarrollo, en El Líbero.-

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