Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Brasil y el guion de la corrupción

El Democrata

"La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como comedia" señalaba Marx en el Dieciocho Brumario de Napoleón Bonaparte. Pocas frases pueden ser más descriptivas de la situación política brasileña.

Por una lado, la aprobación del juicio político (impeachment) a Dilma Roussef retrotrae necesariamente a 1992, año en que Fernando Collor de Melo era destituido de la presidencia de la república, con la carga que implicaba ser el primer presidente electo por voto popular tras un largo proceso de intervención militar ¿la razón de destitución? involucramiento en casos de corrupción. Veinticuatro años después, la primera presidenta mujer en la historia brasileña, esta vez del izquierdista Partido de los Trabajadores, es destituida con la excusa de adulteramiento de cifras fiscales,  pero con la corrupción como misma razón de fondo. En un encuadre, completamente legal e institucional, el pasado jueves, sería precisamente Collor de Mello -involucrado también en el escándalo Lava Jato- quien desde el Senado apoyaría el impeachment a Rousseff. Collor, el mismo que en el 92 también habló de conspiraciones golpistas, pero hoy conforme a la extravagante interpretación de Dilma Rousseff, terminaría siendo golpista.

En esta tragedia, con tintes de comedia, el guion común es la corrupción, que parece ser el gran cáncer de la política brasileña. Lo que desde el punto de vista de la visibilidad pública, germinó con Collor y luego entraría en fase de latencia en el periodo de Fernando Henrique Cardoso, rebrotó agresivamente, haciendo metástasis en el ciclo político conducido por el Partido de los Trabajadores (PT). Prácticamente ningún liderazgo se ha mostrado inmune al germen de la corrupción, con la consecuente depresión del principal vaso comunicante entre la ciudadanía y la autoridad: la confianza política.

La salida de Dilma puede ser una oportunidad para revitalizar un sistema político en estado terminal, aunque es pertinente ser escépticos y cautos. La propia experiencia brasileña muestra que no será fácil recomponer una fractura político-institucional como la ocasionada a raíz del juicio político a Rousseff. Si bien la configuración del gabinete del Presidente Temer ofrece señales esperanzadoras al poner como vector principal una reactivación económica que permita despertar al gigante del cono sur, es desde el punto de vista político que se generan las mayores incertezas. Collor de Mello tras su impeachment no contaba con el contingente legislativo ni la base política del PT –deteriorada, mas no inexistente- , la mejor prueba de lo anterior, es que debió vivir durante algunos años el ostracismo en Miami distanciado de la contingencia política brasileña.

El escenario en 2016 será distinto, el PT no hará abandono del campo político, y la apuesta será la desestabilización política y social de un presidente con una frágil soporte ciudadano; sin descontar el hecho de que Lula da Silva será un león herido, que por agonizante que parezca, en un escenario político tan frágil y líquido, podría aspirar a volver e ejercer un rol protagónico de cara al 2018, en este fatídico guion brasileño.

Columna de Jorge Ramírez, Coordinador del Programa Sociedad y Política de Libertad y Desarrollo, en El Demócrata

Tags:

otras publicaciones

El Líbero

La Tercera