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¿Es posible hacerlo mejor?

El Mercurio

Las cifras del Banco Central sitúan el crecimiento del PIB 2015 en 2,1%, cifra modesta a la que pareciera ya nos estamos acostumbrando. Y sin el fuerte impacto del aumento del gasto del gobierno esa cifra habría sido incluso 0,8% menor. Mirando el largo plazo quizás lo más preocupante sea que la inversión en capital fijo haya disminuido 1,5% y su componente de maquinaria y equipos bajara más de un 8%.

Es cierto que este pobre desempeño no augura una crisis inmediata, en especial dado que el sistema financiero es solvente, la posición externa del país sólida y la deuda pública es baja. La población todavía no acusa un fuerte impacto producto del deterioro de nuestro ritmo de avance, entre otras cosas por el efecto del gasto público y por el beneficio de los menores precios mundiales de la energía.

Sin embargo hay un riesgo latente, que ha explotado en el pasado en Latinoamérica y también en nuestro país, y que consiste en que de un magro desempeño económico se pase a la impaciencia y de allí a la irresponsabilidad política, actitud que finalmente genera una crisis fiscal y económica que hace llover sobre mojado en nuestro pobre avance social y económico.

El Ministro de Hacienda ha dado una señal que podría interpretarse como una negativa a seguir por esa senda al llevar a cabo un ajuste que nos acomodaría a la nueva realidad: según el responsable de Hacienda, si progresamos menos, tenemos menos y debemos vivir conforme a ello. Naturalmente si no somos capaces de relanzar el crecimiento ello es mejor que caer en la irresponsabilidad y el gran costo que conlleva.

Pero, ¿lo hecho nos coloca efectivamente en una senda realista ante las nuevas condiciones que nos permita encausar el paso del progreso? La respuesta se anticipa negativa y para lo que resulta central mostrar que una solución de fondo a nuestro cuasi estancamiento -  obtener un mayor crecimiento – sí es posible.

El ajuste fiscal realizado ante la situación de estancamiento alcanzó a un 0,25% del PIB, esto es, US$540 millones. Según la autoridad, eso nos dejaría con un déficit real cercano al 3% del producto para un país cuya deuda bruta de gobierno era de 17,5% de éste a fines del 2015. Observando los ajustes sin embargo se puede ver que los más relevantes - por ejemplo $137 mil millones del Tesoro Público provisionados para horas lectivas de la Ley promulgada de Carrera Docente - corresponden a gastos que no se efectuarán este año por demoras en la aprobación e implementación de la ley, por ejemplo. El ajuste no representa un esfuerzo real en ese sentido sino que queda pendiente para el siguiente periodo, pues las promesas siguen vigentes.

Miremos entonces como se ve la realidad para los años que vienen, usando lo informado por la autoridad o lo que se puede inferir de sus estimaciones en los análisis del déficit estructural. El precio del cobre de largo plazo disminuyó de US$ 298 a US$ 257 la libra. Ello implica un 1% menos del PIB de ingresos públicos. Por otro lado, se infiere de una disminución del crecimiento de tendencia no explícita, que el ingreso fiscal cae otro 0,3% del PIB. Simultáneamente el gobierno estima un aumento de recaudación por mejor efectividad en la tarea de cobranza equivalente al 1% del producto. Todo ello, más una disminución del 0,25% del PIB en el gasto público nos volvería a la meta estructural fijada como objetivo, para este año.

Desafortunadamente ello no es realista. Si seguimos con la tendencia actual la disminución del crecimiento de largo plazo impactará al ingreso fiscal en mucho más que el 0,3%. La aparente mayor recaudación del 1% del PIB es también un espejismo. Basta observar lo sucedido con Brasil, país que con una actitud similar a la que se ve hoy en Chile -  con razón y sin razón - y usando sus omnímodas facultades, el organismo recaudador giraba y forzaba pagos para aumentar la recaudación. Pero el daño resultó siendo doble ya que tanto el mayor costo como la mayor incertidumbre afectaron el crecimiento y finalmente la recaudación se resintió. El gigante de Sudamérica sufre hoy las consecuencias de ese y otros tantos errores políticos.

Desde luego la decisión del ministro es loable pero quedará corta si no dejamos de deslizarnos por el tobogán ideologizado al que nos empujan unos pocos quienes, bajo el argumento de la superioridad de un conocimiento basado en no haber tenido experiencia alguna, se sienten dueños de imponernos su destino utópico. Parecen estar de vuelta de todo, pero como decía el poeta español Antonio Machado, quien está de vuelta de todo es porque no ha ido a ninguna parte. Las discusiones que se dan hoy en torno a tanto temas como la legislación laboral o propuestas educacionales nos llevarán precisamente allí – a ningún lado.

Pero ¿es posible hacer algo mejor? Algunos tienen la impresión que nuestro 2% no es tan malo dado lo que creemos que sucede en el mundo. Efectivamente EE.UU. – el país referente de innovación y progreso - está inmerso en una discusión encarnizada sobre si su ritmo de avance se estancó o continuará acelerándose. Están los que piensan que la revolución de la tecnología de información ya se agotó y que los problemas regulatorios para las compañías son tan asfixiantes que el futuro es modesto. Por otro lado están los optimistas que ven que la revolución tecnológica recién empieza y estiman que la flexibilidad estadounidense sorteará los problemas de las amarras burocráticas. Según ellos lo mejor está por llegar.

Sin embargo, aún tomando las visiones más pesimistas del país del norte su crecimiento de largo plazo bordea el 2%. Si Chile quisiera converger a su nivel de ingresos - para lo que podría apoyarse en lo que otros ya han hecho o inventado - debe apuntar a un 4 o 5% y por qué no a más, como lo hicimos en el pasado. Si queremos consolidarnos como país desarrollado, y con ello eliminar las principales desigualdades que tenemos y que a tantos preocupan aunque focalizando mal los medios para hacerlo - nuestra mirada no puede quedarse en el ajuste fiscal sino en dar un salto hacia adelante, esto es, seguir creciendo. La materia prima laboral, empresarial y de recursos está. Nuestro gran lastre como país son las malas ideas y la poca convicción que tenemos para deshacernos de ellas.

 

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