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Crisis y Liderazgo

El Mercurio

 

LUIS LARRAIN 2012Soy de los que creen que no vivimos una crisis institucional en Chile. Pese al alto impacto que han tenido los casos Penta, Caval y SQM en nuestra clase política, lo cierto es que Chile es hoy más transparente y menos corrupto que hace 5 años. También hay hoy menos desigualdad y abusos que antes. Lo que sí tenemos es un serio problema de liderazgo en la política.

Es cierto que hay más indignación en la gente. Sin embargo, nadie dice que el funcionamiento de nuestras instituciones no nos llevará a sortear con éxito este trance. La alta notoriedad de las personas que han aparecido en estos casos, hace que la tensión entre la igualdad ante la ley (el brazo de la justicia los puede alcanzar a todos) y el respeto a las garantías individuales y el debido proceso, sea más notoria y visible. Las instituciones públicas que intervienen están sometidas a una dura prueba pero pueden superarla.

El gran déficit que sienten los chilenos hoy es de liderazgo político.

Durante muchos años ellos han venido escuchando que los niveles de desigualdad son intolerables, que los poderosos abusan de los débiles y que el lucre corroe nuestra sociedad. Ese fue el mensaje central de la Nueva Mayoría, que prometía con sus reformas acabar con este estado de cosas.

El caso Caval vino a estallarle en la cara al Gobierno porque reúne en un solo episodio, los tres ingredientes: desigualdad, abuso y lucro y lo hace en el entorno más próximo a la Presidenta Bachelet.

Así, puede entenderse entonces que la gente se sienta engañada y desilusionada de los políticos.

Hay dos vicios o carencias en nuestra política que a mi juicio son fundamentales para explicar esta frustración y son las claves por las que debiera transitar una verdadera reconstitución de liderazgos en la política chilena. Una reside fundamentalmente entre los políticos de izquierda y la otra es más atribuible a los de derecha.

La primera es la tendencia de algunos a presentar la política como una cuestión entre buenos y malos. Pobres contra ricos, empresarios contra trabajadores, poderosos contra débiles. Yo soy pobre porque tú abusas de mí. Uno puede entender la indignación que puede sentir quien ha estado sometido a esa prédica y descubre que políticos de izquierda han recurrido al ex yerno de Pinochet para financiar sus campañas.

Esa forma maniquea y adolescente de ver la política es a veces tan envolvente que confunde a los propios políticos. Los parlamentarios, por ejemplo, todavía no entienden que ellos están en el 1% más rico de la población. Las altas autoridades de Gobierno aún no se convencen que para la gente ellos se cuentan entre los poderosos de este país.

La segunda cuestión tiene que ver con qué es posible pedirle a la política y al Gobierno y qué no. Falta un líder, y aquí la responsabilidad principal es de la derecha, que le diga a la gente que los políticos - incluido él mismo- no le van a solucionar todos sus grandes problemas ni le van a cambiar fundamentalmente la vida. A lo más lo van a ayudar a resolver los más acuciantes, como la inseguridad en que vive su familia a raíz de la delincuencia. Y será su propio esfuerzo y el de su familia lo que lo llevarán a progresar. La política podrá apoyarlo, repartiendo de manera más equitativa las ayudas del Estado para lograr una educación de calidad, aumentando incluso estas ayudas, de manera que sea él mismo, y no los políticos, quien supere los obstáculos que la vida les pone por delante.

Hace falta en Chile un liderazgo que recupere la confianza de los ciudadanos en sus políticos, pero ésta deberá ser una confianza lúcida, tomando prestado de José Andrés Murillo ese concepto. No una confianza infantil o adolescente que crea que el político le va a resolver todo.

Cuando un político de izquierda en lugar de demonizar a la derecha y a los poderosos plantee con seriedad fórmulas para mejorar la sociedad y las confronte con políticos de derecha que en vez de prometer el oro y el moro ofrezcan una sociedad en que la justicia está basada en el mérito, la política volverá a gozar de la confianza de la gente.

 

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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