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Cayendo en la trampa del ingreso medio

El Libero

CECILIA CIFUENTESEscribo esta columna por la preocupación que me cabe como chilena y como investigadora en el área de políticas públicas en el bienestar de mi país y sus habitantes. No puedo evitar un sentimiento de agobio y frustración al ver cómo Chile cae inevitablemente en la llamada “trampa del ingreso medio”, perdiéndose de esta forma un espacio enorme de bienestar económico para todos, pero especialmente para los más vulnerables. Ojalá me equivoque, pero pienso que el programa de gobierno de la Nueva Mayoría llevará a una reducción importante del ritmo de crecimiento de la economía, cercano a la mitad de lo que hemos visto en las últimas tres décadas. Si la cifra esperada para este año pasa a ser una tendencia, entonces Chile tardaría unos 40 años en alcanzar el nivel de vida promedio de los países europeos hoy. Si eso ocurre, me parece importante dejar claro que los responsables serán el gobierno de Michelle Bachelet y los actuales miembros del Congreso, que están aprobando estas reformas anti-desarrollo, haciendo ojos ciegos y oídos sordos al evidente fracaso que muestran estas políticas en otros países del mundo.

Me refiero primero a una reforma tributaria que desincentiva en forma importante el ahorro y la inversión, condiciones necesarias para el crecimiento económico. Dado que Chile quedó con una tasa de impuesto corporativo superior al promedio de los países desarrollados, no sería extraño ver que no sólo disminuyan las inversiones, sino que algunas empresas empiecen a optar por desarrollar sus proyectos en  países más ventajosos.

Se suma también una reforma educacional que además de no hacer nada por mejorar la calidad de la educación que reciben los más vulnerables, lleva a una menor competencia entre establecimientos y tiende a dar el monopolio a la educación estatal, actualmente la más rezagada en términos de calidad, si se dejan fuera algunos establecimientos emblemáticos. Estos últimos, que constituían un importante incentivo al esfuerzo para los escolares de menores ingresos, también se ven afectados por esta idea de “sacar los patines” a los que van más rápido. En definitiva una reforma educacional que nivela hacia abajo, otro freno al desarrollo.

A esta lista se sumará este año una reforma laboral que retrotrae nuestra legislación hacia esquemas de hace 50 o 60 años, otorgando a los dirigentes sindicales el monopolio de las relaciones entre empleadores y trabajadores. Se verá así enormemente dificultada la posibilidad del empleador de premiar el esfuerzo individual, e incluso de favorecer a áreas de una empresa más productivas. En un contexto en que efectivamente el sueldo depende del poder negociador de los dirigentes sindicales y no del desempeño de cada trabajador, inevitablemente el incentivo al esfuerzo se ve castigado. Pero no sólo eso, el mensaje que esta reforma laboral entrega a un emprendedor es que si su negocio es exitoso, serán los líderes sindicales quienes definan la distribución de las ganancias, y si fracasa, el costo será asumido por él en su totalidad. Sin duda se afecta entonces el surgimiento de nuevas empresas, clave en el desarrollo económico.

Por último, el objetivo de instalar en Chile la noción de que todos tenemos derecho a recibir una serie de bienes y servicios en forma gratuita, independiente de niveles de ingreso y del mérito que hagamos, también apunta a esa sociedad paternalista en que nuestro bienestar no depende de lo que hagamos para lograrlo, sino de la bondad del Estado. Nuevamente el esfuerzo individual, causa última del desarrollo, se ve castigado.

Bajo mi percepción, sin duda que todo lo anterior nos llevará a un menor ritmo de crecimiento y, por ende, a menor bienestar para todos. En el mejor de los casos podríamos lograr una cancha más nivelada, pero hacia abajo.

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