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LA PASIÓN DE MICHELLE Y EL OCASO DE HELIA

Voces La Tercera

Columna de Jorge Ramírez, Coordinador Programa Sociedad y Política de LyD, en VOCES.

Todo político en el ejercicio del poder debe sortear la difícil decisión de obrar conforme a una ética de la convicción, donde el principio directivo es la voluntad, el sentimiento y la pasión, sin prestar mayor consideración a los efectos de las decisiones; u obrar acorde a una ética de la responsabilidad, en la que, por el contrario, el líder es capaz de domesticar sus impulsos a efectos de racionalizar las consecuencias de sus actos. Solo quienes sean capaces de lidiar con ambas esferas de la ética política, logrando equilibrar pasión, con un marcado sentido de la responsabilidad, serán capaces de desplegar su auténtica vocación política, señalaba Max Weber.

Los primeros nueve meses de la Presidenta Bachelet han desoído el decálogo weberiano. Prueba más que clara de ello son las declaraciones de la renunciada ministra de Salud, Helia Molina.

Por un lado, la voluntad de la Presidenta de redimir todo vicio de moderación con remembranza concertacionista parece anular toda aversión al riesgo, vértigo y pudor a la hora de proyectar las consecuencias de sus acciones. La reciente reforma laboral, en plena desaceleración económica y con altos niveles de cuestionamiento ciudadano al ímpetu reformista, no es más que un fiel reflejo de lo anterior. Quizás la estricta jerarquización del mando bacheletista ha enquistado en su círculo de poder una auténtica tesis del autoengaño respecto de la pericia política, el sentido de oportunidad y la pertinencia de sus reformas. De hecho, la pasión de Michelle en tono de espíritu redentor se ha difundido entre sus fieles seguidores: dirigentes de partido y ministros, quienes a modo de apóstoles replican su mensaje sin un ápice de agnosticismo.

La nula capacidad de las vocerías de Gobierno a la hora de distinguir entre el uso público y el uso privado de la razón, que materializa la supresión de estándares mínimos de prudencia y moderación que facilitan la conducción política y la coexistencia democrática (“la retroexcavadora”, “los poderosos de siempre”, “los patines de Eyzaguirre”, y las recientes “clínicas cuicas abortistas” de la ministra de Salud) son el correlato discursivo de este nuevo modo de conducción marcado por la hipérbole de la voluntad y la pasión.

Cuando los gobernantes son esclavos de sus pasiones, despiertan la misma experiencia en sus gobernados. En la Nueva Mayoría debieran ser conscientes que el paso de ser amado a ser odiado, pasa a ser también un mero asunto de pasiones expuestas al sentimiento coyuntural. Esperemos que el año venidero sea uno donde el juego político que plantea el Ejecutivo no sólo orbite en torno a pasiones. La señal de renuncia de la ministra Molina a partir del despliegue comunicacional de su pasión, bien podría ser una auspiciosa señal donde en aras del interés general, se abre también un espacio, aunque sea ínfimo, a las razones y la responsabilidad.

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