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100 DÍAS EN LA OPOSICIÓN A BACHELET

Voces La Tercera

A CONTINUACIÓN REPRODUCIMOS LA COLUMNA DE JOSÉ FRANCISCO GARCÍA, COORDINADOR DE POLÍTICAS PÚBLICAS DE LYD, PUBLICADA EN VOCES.

José Francisco García

Por estos días en que circulan diversos análisis en torno a los primeros 100 días de la Presidenta Bachelet, incluidas las evaluaciones de los 50 compromisos –que posteriormente fueron reajustados a 56 medidas–, me interesa reflexionar en torno a cómo han sido estos 100 días desde la perspectiva de la oposición política de centroderecha, especialmente en un escenario en que su poder parlamentario está muy debilitado. Porque si bien era posible encontrar elementos que en marzo arriesgaran observar un potencial alto de fragmentación, ha sido precisamente la agenda de Bachelet la que ha contribuido a la unidad y a la coordinación, especialmente cuando cunde el pánico en las ocho manzanas ante el posicionamiento de Andrés Velasco.

1. Una luna de miel imposible. Si bien todo Mandatario en Chile goza de su “luna de miel” en este período, el Gobierno de Bachelet lo ha hecho imposible: la radicalidad de los planteamientos expuestos –no respecto del programa de políticas públicas de la centroderecha o desde los lineamientos que entregaría una supuesta Constitución neoliberal–, sino desde los programas de la Concertación –incluido el de su anterior Gobierno–, hacen que debates típicamente de medios de los últimos 25 años se transforman ahora en debates de fines, y teniendo el elemento ideológico un lugar central. Si Lagos o Bachelet desfilaban orgullosos entre las modernas socialdemocracias europeas lideradas por la tercera vía de Blair o el progresismo de Obama, la Nueva Mayoría ha polarizado el debate político, marcando dos modelos alternativos de mirar la sociedad. Ello ha sido, además, importante para el discurso político de la centroderecha: revalorizar la política, su diagnóstico y proyecto de fondo, dejando de lado las fracasadas fórmulas del cosismo y la eficiencia.

2. Incentivos a la unidad. Dicha polarización ha generado un efecto inesperado, ya que  con matices, ha reforzado la unidad de la centroderecha. Así, por ejemplo, a medida que avance la discusión de la reforma tributaria y la tozudez de Hacienda de no realizar reformas en cuestiones centrales (la renta atribuida o las facultades exorbitantes del SII en materia de anti-elusión), la posición de la nueva directiva de RN en torno a una oposición constructiva chocará con el maximalismo oficialista, no dejando salida a, por ejemplo y como lo ha anunciado el senador José García, requerir al TC respecto de esas dos materias, posición que ya ha sido sostenida desde la UDI. A la inversa, en materia educacional, la posición del senador RN Andrés Allamand es probablemente tan o más crítica que la que ha levantado la UDI. Evópoli se ha mantenido alineada, dando cuenta de su ADN centroderechista que al comienzo era cuestionado. Una posición inicial de Amplitud que pudiera pensarse excesivamente oficialista para efectos de patentar su moderación, ha decantado en un alineamiento casi permanente con el resto de los grupos políticos de la centroderecha.

3. Unidad en la diversidad. ¿Coqueteos tácticos de Amplitud con el gobierno? ¿Coqueteos –con ánimo de besuqueo– de RN con sectores DC? ¿Miradas impuras desde la UDI a nuevos movimientos social cristianos? ¿Planteamientos progresistas de Evópoli en los llamados temas “valóricos”? Son todas preocupaciones poco relevantes y que sólo reflejan el estado embrionario en que se encuentra una potencial coalición amplia. Entender que la centroderecha se alimenta intelectual y políticamente de afluentes diversos (conservadurismo, liberalismo, libertarianismo, social cristianismo y progresismo), no sólo es importante para generar una sana igual consideracióny respeto por los otros aliados (sus génesis y tradiciones), sino que permiten ir profundizando el núcleo del pacto de la centroderecha de aquello que es accidental y/o instrumental.

4. Renovarse o morir. Y es que uno de los elementos centrales de estos primeros 100 días han sido los cambios dramáticos de liderazgos en los dos partidos tradicionales (UDI y RN). En ambos destacan la renovación generacional, lo que es una novedad en partidos acostumbrados a la charreteras y a las canas, pero por lo mismo, cierta incredulidad y resistencia que debe ser vencida sobre la base de trabajo y algunos resultados simbólicos, internos, preparatorios de las elecciones municipales de 2016 y presidenciales y parlamentarias de 2017. Destaca también el que la nueva generación dirigente no cargue –o reducida a su más mínima expresión– con las abultadas cuentas de los dirigentes pasados, y aunque está por verse, una visión más profesional sobre el rol de los partidos políticos en una democracia. Este último elemento me parece que será fundamental para enfrentar de buena forma los desafíos  y el potencial nuevo electorado que trajo consigo el voto voluntario.

5. ¿Es necesario un caudillo? Mucho se ha especulado respecto de la necesidad de un líder de la centroderecha que “ordene” el caos en el que supuestamente se encuentra. Todos miran al Presidente Piñera, mientras este último se debate si entrar o no a la arena. Hacerlo sería por cierto un error, lo que sensatamente ha sido la posición de Piñera. Lo grave es que por default la derecha busca aquel caudillo que la guíe, le ordene qué hacer. Ni veo caos ni necesidad de caudillos; prefiero darle tiempo a los nuevos liderazgos de la UDI y RN, a Evópoli y Amplitud, de construir unidad, coordinación y acuerdos sobre bases institucionales, partidistas, como corresponde. Mucha más lealtad y afecto se genera sobre la base de instituciones sólidas y procedimientos imparciales. Por lo demás, y como sostuve tempranamente, el mayor favor que se puede hacer la sub-45 es llevar candidato propio a las primarias presidenciales de la centroderecha del 2017.

6. ¿Hacia los movimientos sociales de centroderecha? Probablemente los puntos más altos de la centroderecha en estos 100 días –y de manera equivalente, los dos grandes errores del Gobierno–, han sido su capacidad de empatizar y sintonizar con la clase media, tanto en la reforma tributaria como en la educacional. El que desde la sociedad civil se esté levantado una oposición a ambas en línea con los planteamientos de la centroderecha, debe ser correctamente manejado, tal cual lo hizo la Nueva Mayoría con el movimiento estudiantil: potenciando su frescura y legitimidad ciudadana, sin instrumentalizarlo burdamente. Es central en el pensamiento de la centroderecha una sociedad civil vigoriza. Potenciarla no sólo es políticamente necesario, sino intelectualmente connatural a su filosofía.

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