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FINANCIAMIENTO PÚBLICO PARA LA EQUIDAD Y CALIDAD

Voces La Tercera

A CONTINUACIÓN, REPRODUCIMOS LA COLUMNA DE MARÍA PAZ ARZOLA, INVESTIGADORA DEL PROGRAMA SOCIAL DE LYD, PUBLICADA EN VOCES DE LA TERCERA.

El Ministro de Educación, en un intento por clarificar cuáles serán los criterios que impulsará el Gobierno para entregar el financiamiento público a la educación superior, señaló que la prioridad la tendrán las universidades estatales, pues según él, sólo éstas serían capaces de realizar una investigación imparcial sobre asuntos de interés nacional. Las privadas, en cambio, al tener dueños, representarían visiones diversas que no contribuyen a la discusión de temas país.

Tenemos diferencias importantes con el Ministro, pues creemos que tanto las entidades privadas como estatales representan los intereses de algún grupo, pero que todas estas visiones son valiosas y contribuyen a expresar la diversidad del país. Atribuir sólo a una de ellas la representatividad de los chilenos es ciertamente una contradicción con el pluralismo. En esta línea, creemos que el criterio de estatal versus no estatal no es una buena aproximación hacia los objetivos de calidad y equidad que debe perseguir el financiamiento público de la educación superior en nuestro país.

Pensemos primero en el financiamiento estudiantil. Tal como dice su nombre, corresponde a las ayudas que van dirigidas al estudiante y por lo tanto deben adecuarse a su necesidad y a su mérito. Sin embargo, hoy existe una injusta y anticuada discriminación, por la cual un estudiante que asiste a una institución acreditada fuera del Consejo de Rectores (CRUCH) recibe ayudas que implican menos recursos y peores condiciones de pago. En consecuencia, son los alumnos que más ayuda necesitan (por ejemplo los que estudian carreras técnicas) los que menos reciben.

Para avanzar hacia una mayor equidad en el acceso a educación superior, las ayudas estudiantiles, es decir, las becas y créditos, debiesen entregarse en función de la necesidad del alumno y no del tipo de institución. Más aún, hoy día 8 de cada 10 jóvenes del 20% más pobre del país no asisten a educación superior, y sólo uno de ellos no lo hace por dificultad económica; el resto tiene restricciones de otra índole que los limitan a la hora de poder decidir. Mientras no se resuelvan esos problemas de fondo, ninguna política de financiamiento de educación superior será suficiente para mejorar completamente la equidad en el acceso.

En segundo lugar está el financiamiento a las instituciones, en forma de fondos basales o concursables para el desarrollo de proyectos. El objetivo de este tipo de financiamiento es que se produzca más y mejor investigación, por lo que recurrir a algún criterio distinto a la calidad del proyecto presentado, por ejemplo la condición de estatal versus no estatal de la institución, es una mala aproximación a lo realmente importante. Hoy en Chile tenemos tanto universidades estatales como privadas que realizan investigación de calidad y que son capaces de aportar desde su mirada al debate de temas de interés nacional. Por ejemplo, si revisamos el número de publicaciones indexadas promedio por institución y por número de académicos, nos encontramos con que las universidades estales están por debajo de las privadas del CRUCH, y que hay también universidades privadas fuera del CRUCH que registran buenas cifras. Asimismo, varias de las mejores universidades del mundo, que más Premios Nobel han producido, son privadas. Debido a lo anterior, creemos que los recursos públicos debieran adjudicarse de manera competitiva y los procesos abrirse a todas las instituciones acreditadas, sin importar su origen, pues así se fomentará el desarrollo de más investigación de calidad en nuestro país.

El Gobierno actual, como cualquier otro, puede tener sus ideas propias sobre la sociedad, pero pretender que éstas sean las únicas válidas que se deban fomentar bajo la definición de “lo estatal” raya con el totalitarismo. Si mayor calidad y equidad son valores que compartimos los chilenos, entonces privilegiar lo estatal por sobre otros indicadores es tan incorrecto como medir la temperatura con una balanza. Cuidado con el uso de criterios equivocados que podrían terminar frustrando la consecución de los objetivos finales.

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