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Sesenta días de Piñera

El Mercurio

El gobierno de Sebastián Piñera partió muy bien ¡qué duda cabe! Subsidiado por inexplicables silencios e inacción del gobierno anterior en materias muy sensibles para la población como el mando de Carabineros o el flujo migratorio, supo tomar rápidamente la agenda con propuestas y decisiones que apuntaron a resolver los temas, marcando un contraste con Michelle Bachelet y su gobierno empecinado y confrontacional.

Convocó en esa línea Piñera a acuerdos nacionales en materia de infancia, salud, desarrollo económico, seguridad ciudadana y paz en la Araucanía. Al mismo tiempo, sin embargo, avanzaba en su agenda propia. La apuesta era interesante, pero requería prolijidad pues convocar a todos a sumarse a una agenda que es fundamentalmente tuya, sólo puede hacerse con gran sintonía con la población que haga imposible que la oposición se oponga a soluciones-país a los problemas de Chile.

Pero como se dice en el fútbol, el rival también juega. Y aunque desorientado y sin un liderazgo claro aún no define su estrategia, ya puede empezar a obstruir la acción del gobierno. Eso es lo que han intentado el Partido Socialista y el Frente Amplio. Ayudados por palabras innecesarias, más que acciones, en materias educacionales, de justicia y de salud, entre otras, de parte de autoridades de gobierno; la oposición intenta recuperar la agenda, situando la contienda en los temas que le acomodan: gratuidad, aborto, por ejemplo. El intento frustrado de nombramiento del embajador en Argentina agregó otro tema: el nepotismo. Aunque parezca increíble la izquierda se atreve, sin vergüenza, a levantar el tema. Lo mismo que el gasto de 5 millones de pesos en un viaje del Ministro de Hacienda a la Universidad de Harvard, que con la ayuda de la banalidad de la prensa puede ser más importante que los cinco mil millones de pesos en que el gobierno de Bachelet deja desfinanciada la caja fiscal.

El gobierno de Piñera tiene una virtud frente a la guerra sucia, sin embargo. Hace luego la pérdida, y sigue con su plan de disrupción, de tomar la agenda con los temas en que puede tener a las mayorías de su lado. Avanza en su intento de rebajar el precio de los medicamentos, convoca a la Comisión para lograr acuerdos en salud, prepara su proyecto de reforma a las pensiones, anuncia inversiones en Infraestructura. Encuentra obstáculos, no obstante. Como la negativa del PS a integrarse a buscar soluciones para la salud, con el pueril argumento de que es una cortina de humo para tapar los temas de nepotismo. El PS prefiere seguir en el barro que colaborar a mejorar la salud de los chilenos. El Frente Amplio encuentra una excusa más infantil y de última hora. No participará en la Comisión de Salud en protesta por la actitud del Ministro de Salud en el tema del protocolo del aborto. ¡Pero si el Ministro no ha hecho nada nuevo desde que el FA anunció que sí participaría! Lo único nuevo es el dictamen de Contraloría rechazando el protocolo del Ministerio de Salud.

Y aquí hay un elemento nuevo, que el gobierno de Piñera y la sociedad chilena tendrán que ponderar. La estrategia obstructiva de la oposición, la única que hasta ahora se ha insinuado, incluye el uso y el abuso de las instituciones del Estado para enfrentar al gobierno. La Contraloría, el Senado y la Cámara de Diputados, el Tribunal Constitucional y los tribunales de Justicia en general, el Ministerio Público, serán el campo de batalla de la oposición para intentar inutilizar el triunfo electoral de Piñera; paralizar a su gobierno.

No es extraño que la izquierda use las instituciones del Estado para fines que no les son propios, pero nunca como ahora. Es una estrategia extrema, de sobrevivencia ante la ausencia de un proyecto propio.

Pero no todos en la centroizquierda quieren jugar ese juego. En la Democracia Cristiana y el PPD hay quienes quieren construir una alternativa propia, no usar la guerra sucia sino la contienda de las ideas.

La sombra de un parlamentarismo impropio se cierne sobre Chile y el gobierno de Piñera deberá enfrentarlo con las armas que tiene: su capacidad de solucionar los problemas de los chilenos; su presteza para corregir errores; y su constante apelación a la mayoría que lo respalda, para convencerlos de seguir apoyando el camino de la unidad y el progreso.

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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