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La mirada del economista

El Mercurio

No puedo sino referirme a la distinción de la que he sido objeto por mis pares economistas, concedida esta semana por "El Mercurio". Más allá de agradecer la benevolencia demostrada para conmigo, ¿qué sentido tiene hoy realzar la trayectoria profesional de un economista?

El enfoque económico -que con fascinación descubrí en la universidad- posee admirable capacidad para comprender y ayudar a solucionar los problemas concretos del país. Su principio fundante es la escasez de recursos ante la infinidad de las necesidades y aspiraciones humanas. Su hipótesis de trabajo: que -generalmente- las personas reaccionan racionalmente ante los incentivos. Su mayor hallazgo: corroborar que las personas, al interactuar libremente en mercados competitivos, generalmente resuelven del mejor modo posible, tanto para ellos como para la sociedad toda, el dilema de la escasez. No hay en su razonamiento nada del "economicismo", del individualismo ni del materialismo que suele achacársele. No se pretende sea el único punto de vista útil para el diseño de las políticas públicas, que los fines perseguidos desconozcan el bienestar de los demás, o que solo valgan los fines pecuniarios. De hecho, buena parte del esfuerzo profesional de los economistas, tanto en la esfera privada como en la pública, consiste en incorporar en sus evaluaciones y recomendaciones el valor de recursos y bienes cuyo precio no es fácilmente observable. El reverenciado PIB -sin ir más lejos- alude a un concepto que, aunque imperfectamente, abarca no solo a las mercancías producidas, sino a una amplia gama de servicios que no suelen encontrarse en ningún mall.

Cuando miro hacia atrás mis primeros años de vida profesional, no puedo sino admirar el cambio ocurrido no solo en el paisaje económico del país, sino en la forma de pensar y debatir nuestros problemas económicos y sociales. ¡Cómo costaba 40 años atrás hacer entender que la ley de la oferta y de la demanda funcionaría mucho mejor que el control estatal en la determinación del precio del pan! Pero advierto también que, con el tiempo, el razonamiento económico se ha vuelto tan cotidiano que para muchos resulta hoy tedioso y chato. Tal vez esté cumpliéndose la predicción de Keynes: que los economistas algún día seríamos considerados tan indispensables como los dentistas, pero no más admirados que ellos. Lo cierto es que de pronto el país parece haberse aburrido de la prédica de los economistas, abjura del frío cálculo del perímetro de lo posible, prefiere dejarse llevar por el mito y la fantasía.

Sin embargo, ahora sabemos a qué conduce ignorar el enfoque económico y vivir en una economía estancada. Se nos llamó agoreros, pero con creces se ha cumplido la mayoría de las predicciones sobre las malas consecuencias de las reformas en curso. Tal vez debamos a la Presidenta Bachelet haberle retornado a la profesión su protagonismo. Para salir del barro habrá que llamar a los técnicos, cualquiera sea el signo político del gobierno que venga. El enfoque económico viene de vuelta.

 

Columna de Juan Andrés Fontaine, Consejero de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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