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Dos años por la ruta de los desaciertos

Tele13

Se cumplen dos años de gobierno y a la luz del desgaste, las divisiones y tensiones al interior del bloque oficialista, por un lado, y el escepticismo y rechazo ciudadano, expresado a través de la voz de la opinión pública, por el otro; pareciera que el tiempo transcurrido fuera mayor. Los ánimos y el affectio societatis del plantel de gobierno parecen más propios de los minutos de descuento que de los del fin del primer tiempo.

El primer error del gobierno en este primer tramo de administración fue desconocer que los tiempos políticos son distintos de los tiempos sociales y el Ejecutivo -quizás irresponsablemente- impuso un ritmo de reformas que saturaron y estresaron a nuestro sistema político con erráticas señales hacia la ciudadanía, en términos de improvisación, falta de rigurosidad técnica en el diseño de políticas públicas y la instalación de un clima de crispación política bastante inusitado.

Pero la cuestión sobrepasa la mera táctica legislativa. El principal desacierto de estos 24 meses ha sido suponer que gobernar se limita exclusivamente a reformar. Administrar, gestionar, dialogar y negociar son también áreas cruciales de cualquier ejercicio gubernamental. Sin ellas no hay reforma que se diseñe, ejecute e implemente adecuadamente y se valore positivamente. Muchos pensaron que este estilo estaba condicionado al rol hegemónico del binomio Peñailillo-Arenas, pero aún con la salida de ambos, se constata que el peso específico de este modo de conducción se encuentra anquilosado en el centro de gobierno y resiste los tibios embates de Jorge Burgos y Rodrigo Valdés. En este sentido, el ethos de la Nueva Mayoría parece inalterable.

En estos dos primeros años, efectivamente el programa de la Nueva Mayoría progresa, pero el país no. Es lo que certeramente Mariana Aylwin -que dicho sea de paso es una de las tantas víctimas de la clausura y censura ideológica de los cuadros graníticos de la Nueva Mayoría- denominó "progresismo sin progreso". Pero la respuesta de los obcecados cuadros de gobierno se reduce a atribuir el problema a una mera cuestión comunicacional, como si los ciudadanos fueran incapaces de reconocer lo que está siendo favorable o desfavorable a su realidad circundante, una nueva forma de soberbia paternalista que nuevamente, poco y nada tiene de progresista.

Otros a modo de justificación, apelan al heurístico de la desconfianza catalizada a raíz del caso Caval y otros, pero contra esta hipótesis existen antecedentes objetivos para sostener que la descomposición del apoyo ciudadano data ya desde la primera mitad de 2014. Pero la negación y el autoengaño son reacciones propias de todo proceso de pérdida, en este caso, pérdida de respaldo popular y sintonía ciudadana. 

Pero la respuesta a estos dos años de desaciertos no se agota al plano político, ahí el punto más dramático. Las expectativas ciudadanas y económicas también se resienten. Si en el gobierno anterior crecíamos al 5,3% promedio, hoy lo hacemos al 2%, y por más que se trate de atribuir a las condiciones externas, hoy Chile crece menos de lo que lo está haciendo el promedio mundial y menos que los países de la Alianza del Pacífico, bastante homologables por sus características a nuestra realidad económica. De manera paralela, si las remuneraciones crecían a un variación promedio de un 3%, hoy lo hacen a un 1,8%. Y en el ámbito ciudadano, mientras en marzo de 2014 un 78% de los chilenos consideraba que el país iba por un buen camino, hoy esa cifra es de solo un 23%.

Por más que el gobierno desacelere el tranco de sus reformas, retomar el rumbo de la prosperidad, el crecimiento y la recomposición de ese pesimismo galopante en la sociedad chilena parece difícil de revertirse en el mediano plazo. El gobierno decidió transitar por la ruta de los ideólogos de la Nueva Mayoría: la ruta de los desaciertos.

 

Columna de Jorge Ramírez, Coordinador del Programa Sociedad y Política de Libertad y Desarrollo, publicada en Tele13.cl.-

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