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¿Demostrará Chile que las proyecciones están equivocadas?

El Mercurio

El fin de semana pasado culminaron las reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial. Como es costumbre, se dieron a conocer sus proyecciones sobre la economía mundial y los países miembros, entre ellos Chile.

El crecimiento de nuestro país lo visualizan en un 3,4% este año, 3,3% el próximo y estabilizándose en 3,0% el año 2023. Pero más noticiosos fueron los pronósticos sobre el déficit fiscal estructural, se dimensiona en un 2,5% del PIB hacia el final del período de proyección. Este hecho recibió amplia publicidad y es incompatible con las declaraciones de la autoridad, que indicó que pretende disminuirlo. Tuvo mucho menos difusión y notoriedad que, simultáneamente, las mismas proyecciones, siempre discutibles u opinables, indicaran un déficit efectivo, sin correcciones cíclicas, llegando al equilibrio en el mismo período. Es la evolución del déficit efectivo lo que permite que la deuda externa tanto bruta como neta disminuya en los años.

La autoridad de Hacienda ha sido enfática en su preocupación por contener el déficit y consultada sobre las proyecciones estructurales, señaló que el país demostraría que eran erradas. Pero lo que realmente importa, es que Chile demuestre que las proyecciones de crecimiento están equivocadas.

Luego del período de estancamiento, con cuatro años de crecimiento de 1,7%, legado por el gobierno anterior, se vaticina que en el actual ciclo de recuperación el crecimiento se empine inicialmente apenas sobre el 3%, para converger a ese valor a cinco años plazo. Ello es absolutamente insuficiente, al menos para un gobierno que ha prometido relanzar al país al desarrollo.

Sería deseable que la discusión se centrara en demostrar que los pronósticos de progreso están equivocados y que el gobierno tomará las medidas para que ello sea realidad.

Es necesario que la autoridad comunique su rayado de cancha, un escenario apropiado para que el país vuelva a avanzar aceleradamente.

Las proyecciones del FMI en el corto plazo subestiman lo que puede hacerse, dado las mejores expectativas y las holguras acumuladas por años de bajo crecimiento. Con señales y acciones adecuadas se puede lograr bastante más, pero se requiere un enfoque claro del gobierno, que demuestre su compromiso con el crecimiento de largo plazo y actúe en esa dirección.

La política fiscal debe ser un instrumento para lograrlo, sin embargo, para acelerar el crecimiento no sólo hay que poner el foco en el equilibrio estructural, sino también en cómo se logra. Un equilibrio sustentado en altos impuestos, con un sistema tributario ineficiente, que no estimula ahorro e inversión, que no es neutro en asignar recursos y que contempla gastos ineficientes, no llevará al país a su meta.

El gobierno debe impulsar un sistema tributario que promueva la iniciativa, el emprendimiento y la innovación. No son alentadoras las recientes declaraciones que moderan el alcance de las posibles propuestas. Desgraciadamente, la reforma tributaria,  ícono del gobierno anterior, solo ha sido exitosa en crear un ambiente anti-progreso. Eso no sorprende ya que, después de todo, su propósito era concentrar poder en burocracia sin importar si afectaba al crecimiento, que no les parecía prioritario.

En materia de gasto público, más relevante que el propio déficit, es la eficacia y eficiencia de éste. El gobierno de Bachelet hipotecó el futuro con decisiones que no se enfocan en los más necesitados, que sin duda prioridad del Estado. Resolver este dilema requiere más que un gesto de austeridad, que es importante, pero marginal. Sin ideas novedosas –como beneficiar a las generaciones actuales de jubilados o a las que están ad-portas de serlo traspasándoles a sus cuentas activos como acciones de empresas estatales– y sin eliminar los desincentivos a crear empleo e invertir, no se podrá conciliar equilibrio macroeconómico con la satisfacción de las expectativas que se han creado.

La existencia de una oposición dispuesta a no darle tregua puede llevar al gobierno a no ser explícito en precisar cambios de rumbo indispensables. Pero no debe olvidar que ello puede afectar las positivas expectativas que hoy le favorecen. Además, no por eso la oposición a ultranza dejará de existir.

La oposición no quiere que el gobierno tenga éxito. Si se recupera el crecimiento para gran parte de ella sería un fracaso porque disminuirían sus posibilidades de volver luego al poder.

Ellos desean seguir concentrando los recursos en manos de la burocracia y emplearán todos los medios disponibles para que el actual gobierno continué estrangulando al sector privado. Su ideal, por una parte es que sus seguidores se desalienten y por otra recibir como herencia un espacio para -en su hipotético nuevo Gobierno- seguir ampliando el gasto y aumentando la deuda.

El gobierno puede y debe salir de esa trampa. Tiene que obtener mayor crecimiento, contar que efectivamente se concretará e incorporarlo a su política fiscal y tributaria. Las expectativas todavía le ayudan y la economía mundial le seguirá siendo favorable.

En efecto, durante las reuniones referidas, hubo amplia oportunidad de contar con nuevas proyecciones sobre el desempeño global y conocer los argumentos a favor o en contra de la visión optimista que ha prevalecido. El primer trimestre la economía mundial fue menos dinámica que lo esperado. Es Europa la que decepcionó en mayor medida. En enero que crecería sobre el 3% estos meses y hoy parece lo más acertado un desempeño de solo 1,5%. Sin embargo, existen sólidos antecedentes para pensar que el ritmo se acelerará a partir del trimestre, tanto en dicho continente como en el mundo.

El empleo sigue dinámico, la confianza de empresarios y consumidores es positiva, los riesgos de deflación han quedado atrás. No existen desequilibrios financieros agudos como en la década pasada. China mantiene su dinamismo y EE.UU. comienza a beneficiarse de la Reforma Fiscal aprobada en diciembre. Sigue pendiente conocer cual será el impacto de la nueva retórica americana sobre comercio exterior. Pero tanto el Presidente chino como el Banco Central de ese país, han tenido posturas conciliadoras que facilitarán una trayectoria menos traumática.

La mayor incógnita se relaciona con el impacto de la normalización de la política monetaria. Afortunadamente ella se producirá en forma escalonada en las principales economías. En EE.UU. ya está en pleno desarrollo mientras que el Banco Central Europeo y el de Japón están mucho más atrás en el ciclo. Las tasas cortas del mercado en dólares, como la LIBOR, ya han subido al igual que la de los pagarés del Tesoro Americano en los plazos de 2 y 5 años que se han acercado notablemente a los de plazo más largos, los de 10 y 30 años. Si la economía global mantiene su dinamismo, debiéramos ver que estas últimas también suben -de hecho, la de 10 años ha cruzado estos últimos días al simbólico valor de 3%-.

Siempre es posible que se produzcan hechos inesperados que terminen afectando al círculo virtuoso de expectativas favorables que hoy existen. Sin embargo, lo probable es que las inquietudes y transiciones sean absorbidas sin problema y la economía mundial crezca este año, medida a PPP, alrededor de un 4%. Si es así y las metas de la autoridad se cumplen, el país volverá a crecer menos que el mundo.

Son pocas las semanas del nuevo gobierno y éste se ha mostrado activo en muchos frentes. Sólo cabe esperar que las señales menos alentadoras que han aparecido respecto a su compromiso con el crecimiento se disipen y el país sorprenda nuevamente al mundo con un nuevo salto hacia un mayor bienestar de la población.

 

Columna de Hernán Büchi, Consejero de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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