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El Alma al Cuerpo

El Mercurio

El domingo pasado a muchos chilenos nos volvió el alma al cuerpo. Y no es porque nos salvamos de perder nuestra posición en la sociedad o nuestros bienes, como algún malpensado insinuará, sino porque Chile será un mejor país para vivir para todos nuestros compatriotas. Después de todo, aunque no lo puedan entender los ignorantes que conminaban al Presidente Piñera a “vender su patrimonio”, para quienes tenemos más años esa es ya carrera corrida, y en cambio la de Chile es una historia que se está escribiendo.

Nos volvió el alma al cuerpo porque habitamos en un país en que prima la sensatez. En que las grandes mayorías, los esforzados trabajadores de esta tierra, prefieren seguir el camino más largo, más desafiante pero lejos más edificante, de labrarse un mejor futuro para ellos y sus familias con su propio esfuerzo en lugar de simplemente dar un manotazo a la riqueza de otros, los poderosos de siempre en el lenguaje de nuestros adversarios políticos.

Nos volvió el alma al cuerpo porque los chilenos optaron por un líder que les señaló un camino de progreso, de libertad, de justicia y de solidaridad, los cuatro pilares del programa de Sebastián Piñera, que nos permitirán seguir la senda de los últimos treinta años que nos distingue como el país que más ha disminuido la pobreza en el mundo y uno de los que más crece. Un camino que hará posible que siga aumentando esa clase media que hoy es mayoría en el país; una clase media diversa, que aprecia y defiende el estatus que ha conseguido con su propio esfuerzo pero que reclama también mayor participación en los beneficios que genera el crecimiento.

Nos volvió el alma al cuerpo porque son más los chilenos honestos que quieren tranquilidad en nuestras calles y en nuestros hogares, que sufren con la delincuencia y la violencia política, que aprecian a nuestros carabineros y policías que velan por nuestra tranquilidad; en lugar de verlos como enemigos, como blanco de sus pedradas y sus insultos, como defensores de un orden social que hay que destruir.

Nos volvió el alma al cuerpo porque vemos a un Presidente Sebastián Piñera que quiere ser el Presidente de la Unidad, que conversa con todos los sectores, que busca las mejores soluciones para Chile, que quiere poner a nuestros niños primero reformando al SENAME, que buscará con ahínco como diablos mejorar la atención en el sistema público de salud y reducir las listas de espera, que confiará en el aporte que establecimientos públicos y particulares, profesores y apoderados pueden hacer a la calidad de la educación escolar. Todo ello en lugar de definir las políticas para la infancia en torno a teóricas e inútiles declaraciones de los derechos de los niños y los intereses de los funcionarios públicos de SENAME; en vez de crear nuevos fondos de salud públicos y mancomunados donde los recursos se escurrirán como por un desaguadero y los pacientes no verán ninguna mejora en su atención; y en reemplazo de una reforma educacional insensata e ideológica que gasta los recursos de mayores impuestos en comprar los edificios de los colegios para evitar el lucro y en reemplazar el aporte de los apoderados que ahora está prohibido por razones ideológicas.

Nos volvió el alma al cuerpo porque Chile y sus habitantes dejarán de ser un campo de experimentación para ensayar la aplicación de “otro modelo” que sólo existe en la mente de sus mentores y en el cual fuertes alzas de impuestos no afectan la inversión y el crecimiento económico; y donde una mejor educación se logra por la vía de eliminar el lucro y proscribir la diferencia, transformando las escuelas en lo que nuestra Gabriela Mistral llamó “una especie de trust para la manufactura unánime de las conciencias que me parece una calamidad”.

Esa sensatez y ese sentido común son hoy la mayor riqueza de nuestro país. En algún momento los gritos y las piedras no nos permitieron apreciarla, la arrogancia de nuevos políticos que lo critican todo y no tienen solución para nada la oscurecieron. Pero ahí está y debemos cuidarla.

Respetemos la demanda por mayor justicia de esas mayorías. Respetemos su diversidad y su dignidad y así, por mucho tiempo, el alma permanecerá en el cuerpo.

 

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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