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Primavera

El Mercurio

La primavera está en el aire y también en la economía.

La actividad económica parece estar dando vuelta a la esquina. Sus indicadores mensuales mejoran en parte por el término de la huelga en Escondida y otros factores puntuales. Pero también porque las compras de maquinarias, equipos y bienes de consumo durable -como los autos- han comenzado a remontar, luego de cerca de cuatro años invernando. Todavía es temprano para cantar victoria, pero si hacemos las cosas bien, podemos aspirar a un crecimiento de entre 3 y 3,5% el próximo año, liderado por el repunte de la inversión.

La economía mundial nos está ayudando. Gracias a un crecimiento global cercano al 4% anual y un buen desempeño de China, el cobre ha subido a tres dólares la libra, suficiente para hacer a la minería reemprender sus inversiones. A diferencia de lo ocurrido ocho años atrás, esta vez el petróleo no se ha encarecido, lo que para Chile es una bendición. Pero no debemos confiarnos: hacen daño las bravatas del Presidente Trump, China podría debilitarse y la inflación -siempre al acecho- tal vez obligue a los bancos centrales a subir las tasas de interés con inesperada celeridad.

Pero lo esencial del partido se juega en casa. La mejoría del ambiente responde sobre todo a la razonable expectativa de que un gobierno encabezado por el ex Presidente Piñera reencamine la economía nacional por la senda del progreso. La tarea, sin embargo, exigirá tomarse en serio el desafío de superar las trabas que mantienen estancadas a la inversión y a la productividad.

En parte, la reactivación proviene de una expansión monetaria y fiscal que no será sostenible por mucho más. En la próxima semana se da inicio al debate sobre el presupuesto del 2018. La discusión versará sobre el déficit (hoy estimado en un inconveniente 3% del PIB), su impacto sobre la deuda pública (hoy 24% del PIB; el doble que al inicio de esta presidencia) y las complicaciones que ello impone al manejo presupuestario del próximo gobierno. Por supuesto que será necesario contener la expansión del gasto, perfeccionar la regla fiscal para volver a hacerla creíble y moderar el aumento de la deuda. Pero, dado que nuestras cuentas fiscales aún son comparativamente sanas, estimo que es en la composición y eficiencia de los programas públicos donde habrá que poner el mayor énfasis.

La cuarta parte de la economía nacional es ocupada por el Estado, sin contar municipalidades y empresas públicas. La falta de eficiencia del sector público deteriora la productividad de toda la economía. Para reanudar la carrera de desarrollo, será necesario acometer la racionalización del frondoso aparato estatal, atiborrado de programas ricos en burocracia y pobres en resultados. De otro modo, los días de sol que hoy avizoramos podrían durar muy poco.

 

Columna de Juan Andrés Fontaine, Consejero de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.- 

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