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Clase Media

El Mercurio

Es un acierto de Sebastián Piñera incorporar a su propuesta programática el concepto de clase media protegida. Refleja mejor las aspiraciones de ese sector de la sociedad chilena que la solución de la izquierda de estatizar la provisión de servicios sociales.

Es evidente para todos que Chile cambió los últimos veinte años. La clase media representa más de la mitad de la población y en algunas mediciones llega a dos tercios. Son personas que se han beneficiado de lo que Carlos Peña ha llamado la modernización capitalista que ha experimentado Chile en las últimas décadas. Quieren mejores ingresos, buena educación, acceso a la salud, poder viajar en sus vacaciones. Todo lo contrario a lo que los agoreros del llamado modelo neoliberal pregonaban antes del gobierno de Bachelet. Ni el Derrumbe del Modelo, de Mayol, ni el Otro Modelo, de Atria y et al, que sostenían que los chilenos querían regresar a una sociedad en que predominara lo público sobre lo privado acertaron con su diagnóstico, porque confundieron sus propias y legítimas fantasías sobre lo que debiera ser Chile con lo que verdaderamente estaba ocurriendo.

Esto no significa negar que en 2012 muchos chilenos estaban descontentos y consideraban que no estaban participando como debieran de los beneficios de este modelo. Modestia aparte, en diciembre de 2012 en el libro “El Regreso del Modelo”, postulé que la gente no estaba en contra del modelo, sino que quería obtener más del modelo. Hoy está más extendida la idea que el gobierno de Bachelet hizo un diagnóstico equivocado de la sociedad chilena y a partir de allí elaboró sus reformas, tributaria, educacional y laboral que chocaron con los deseos de la mayoría de los chilenos.

La clase media, en definitiva, tiene expectativas muy concretas de mejorar su calidad de vida. Pero no quiere la tutela del Estado. No quiere que el Ministerio de Educación determine el colegio donde estudian sus hijos ni que le prohíban pagar para mejorar la calidad de la educación de éstos. Para horror de algunos en la izquierda, quieren diferenciarse, no quieren la igualdad.

Pero para no caer en el error de nuestros adversarios políticos, no podemos auto convencernos de que esa clase media es completamente autosuficiente y no requiere algún tipo de ayuda del Estado. De partida necesita que éste funcione bien en lo que son sus tareas básicas: resguardar el orden público y proveer justicia. Pero además hay que reconocer que en muchas ocasiones es vulnerable. Una enfermedad grave en el grupo familiar, la pérdida del empleo de alguno de sus integrantes, la invalidez, la jubilación, pueden ser contingencias que no es capaz de afrontar sin ver caer fuertemente su calidad de vida.

¿Qué necesita entonces la clase media del Estado?

Además de la protección ante la delincuencia, quiere protección frente a las contingencias que mencionábamos antes. No necesita un Estado benefactor como el que sí requieren quienes viven en la pobreza y no pueden subsistir dignamente sin la ayuda del Estado.

Por eso, además de una política social focalizada en los más pobres, que se haga cargo, por ejemplo, de los niños vulnerados, Chile requiere una red que mediante seguros públicos y privados proteja a la gran clase media de contingencias sociales.

La respuesta populista a este problema son los derechos sociales universales. Todo gratis. Pero como la gente intuye: todo de mala calidad. Los chilenos de clase media sienten que se han ganado con su propio esfuerzo la posición en que están. Desconfían de una prestación estatal que les quite la libertad de elegir. Si no se paga por algo y producir eso cuesta, quiere decir que hay otro que lo paga. Tarde o temprano, la reforma tributaria lo demostró, la clase media es parte de esos otros que pagan.

La respuesta adecuada entonces es una red que opere sólo cuando se produce la carencia. Cuando se pierde el trabajo, cuando hay una enfermedad de alto costo, cuando caen los ingresos por la jubilación.

Si Sebastián Piñera implementa esta red de protección estará respondiendo a lo que la clase media necesita para ser protagonista de su propio salto a una calidad de vida mejor.

 

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.- 

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