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Entrevista a Samuel Gregg: «La economía de mercado no solo es eficiente, sino también buena»

En su segunda visita a nuestro país, Samuel Gregg expuso acerca de la moral del capitalismo en la celebración de los 27 años de LyD. Sobre ese tema y otros como ética de las finanzas e historia económica ha escrito en su rol de director de investigación del Acton Institute.

En su libro “Becoming Europe”, usted afirma que Estados Unidos se está asemejando más a Europa y su Estado de bienestar. ¿Cómo explica esto?

A pesar de que Estados Unidos a menudo se asocia con el capitalismo, también existe una larga tradición de volver la mirada hacia el gobierno federal para solucionar problemas sociales y económicos. Esto tiene que ver con el llamado Movimiento Progresista que comenzó a finales del siglo XIX. Varios presidentes norteamericanos, como Woodrow Wilson, Franklin Roosevelt, Lyndon Johnson y Barack Obama, también han ampliado los programas gubernamentales. A un nivel más general, el Estado participa en diversos ámbitos de la vida económica de un creciente número de norteamericanos, ya sea a través de regulación o programas sociales. En síntesis, cada vez más norteamericanos se han acostumbrado a la intervención gubernamental. Si a esto agregamos que en el año 2008 la crisis financiera debilitó la credibilidad de la economía de mercado en Estados Unidos (a pesar del hecho de que gran parte de la crisis se debió a políticas equivocadas tanto del gobierno como del Banco Central), no debería sorprendernos que cada vez más norteamericanos prefieran la socialdemocracia al estilo europeo, porque ellos creen que la socialdemocracia les entregará seguridad económica.

¿Por qué Europa se transformó en un ejemplo para los demás? ¿Cómo se puede derribar este mito del Estado de bienestar exitoso?

En las décadas de 1950 y 1960, las políticas económicas keynesianas y los estados de bienestar parecían contribuir a la estabilidad política, altas tasas de empleo, prosperidad económica, y a eludir los ciclos económicos de auge y colapso. Es decir, la socialdemocracia europea parecía resolver todos los problemas que muchas personas asociaban con el capitalismo, sin abolir totalmente la economía de mercado, como intenta hacer el socialismo.

La manera de enfrentar este mito es recordándole a las personas que, actualmente, este mismo modelo se relaciona con altas tasas de desempleo (especialmente entre los jóvenes), menor competitividad, un mayor número de personas acogidas a programas sociales y a altos niveles de deuda fiscal. Pero también debemos mostrarles que este modelo crea una dinámica política muy poco saludable, donde cada vez más los políticos de todos los partidos ven los beneficios sociales como una forma de crear electorados confiables, mientras muchos ciudadanos empiezan a creer que la principal responsabilidad de los políticos es entregarles seguridad económica. Efectivamente debemos poner énfasis en los problemas económicos, pero también debemos hablar honestamente sobre los problemas políticos.

¿Cree usted que América Latina también puede incurrir en el mismo error de imitar a Europa y sus políticas económicas y sociales? ¿En su opinión, cuál es el mayor peligro?

Es improbable que los países latinoamericanos más pobres vayan a imitar las políticas sociales y económicas europeas, porque en realidad carecen de la riqueza necesaria para ello. Sin embargo, los populistas de izquierda de América Latina han tratado de utilizar el Estado para proporcionar seguridad económica, a pesar del hecho de que sabemos que no es una solución a largo plazo. En el caso de un país desarrollado como Chile, siempre existe un alto riesgo de que algunos quieran dirigir la economía hacia una socialdemocracia europea. ¿Por qué? Porque una de las ironías de un país que goza de éxito económico a gran escala es que aviva la tentación de darse el lujo de crear grandes Estados de bienestar.

ARGUMENTOS DE PESO

Durante la cena de aniversario de LyD, usted habló sobre capitalismo moral. ¿Cómo se puede defender el capitalismo moral? ¿Por qué sería inmoral no estimular el capitalismo?

Siempre he admirado el modo en que LyD trabaja para fomentar la economía liberal y las instituciones de una sociedad libre. En esa ocasión hablé sobre la necesidad de que quienes apoyamos las economías de mercado no sólo demos argumentos económicos a favor del capitalismo, sino que presentemos argumentos morales y filosóficos contundentes para defender los mercados libres. Los argumentos económicos son importantes, pero insuficientes si queremos persuadir a la gente de que la economía de mercado no solo es eficiente, sino también buena. Importantes pensadores sobre el libre mercado, como Adam Smith, Wilhelm Röpke y Michael Novak, siempre han puesto énfasis en este punto.

Dar un argumento moral para el capitalismo significa mostrar cómo los mercados libres no solo promueven la libertad económica, sino otras formas de libertad. Asimismo, implica demostrar cómo los mercados proporcionan espacio para el desarrollo humano. Esto se da cuando los individuos y las comunidades toman decisiones libres que impulsan su desarrollo humano integral. Ello incluye, pero también va más allá del desarrollo económico. Otro aspecto es ejemplificar cómo los mercados libres contribuyen al crecimiento de la civilización, de maneras en que el marxismo y el socialismo simplemente no pueden.

Desgraciadamente, muchos defensores de los mercados libres se muestran reticentes a promover estos argumentos. Creo que, en parte, es porque a menudo asumimos que si ganamos el argumento económico, ganamos el argumento completo. Bueno, como ya sabemos, esto no es así, principalmente porque los seres humanos somos más que criaturas económicas. A diferencia de cualquier otra criatura, nosotros tenemos raciocinio y libre albedrío. Esto significa que podemos y debemos ocuparnos de la dimensión moral de la existencia humana, incluso cuando se trata de la economía.

El libre mercado chileno está siendo duramente cuestionado por alegatos de corrupción y colusión. ¿Debiera haber límites para la libertad económica? ¿Cómo deben establecerse estos límites?

Las economías de libre mercado no provocan corrupción. De hecho, como el economista argentino Osvaldo Schenone y yo discutimos en un breve libro del año 2000, la corrupción se asocia mucho más con las economías controladas por el Estado y el exceso de regulación. Y además está el fenómeno de lo que a menudo se denomina “capitalismo clientelista”. Pero repito, el capitalismo clientelista no es economía de mercado. El capitalismo clientelista implica reemplazar gradualmente los mercados libres por mercados políticos.

No hay límites para los mercados libres. Por una parte, los contratos constituyen promesas para usar nuestra libertad económica de determinadas formas. Por ende, autolimitamos nuestra libertad económica a través de contratos y todas las obligaciones legales que se incorporan en esos contratos.

Sin embargo, de un modo más general, no todo se puede o debe comprar o vender. Por ejemplo, no se puede comprar ni vender amor. Esto es literalmente imposible, porque el amor, por definición, se da libremente. Tampoco se debe tratar a los seres humanos como bienes de consumo. La forma de identificar estos límites es preguntarse cuándo comprar o vender un producto implica la denigración de los seres humanos. Luego hay que considerar cuál es el modo más efectivo de evitar o minimizar dicha denigración. En ocasiones, la respuesta es legal. Por ejemplo, la esclavitud la prohibimos y castigamos formalmente. Otras veces, la respuesta es educativa. A veces es una combinación de educativo y legal. Gran parte depende de los aspectos específicos del problema.

Chile ha bajado en el Índice de Libertad Económica. ¿Sería inmoral no hacer algo al respecto?

Una libertad económica con tendencia a la baja, generalmente es síntoma de problemas políticos y culturales más profundos que deben ser abordados. Por lo tanto, cualquier gobierno que esté genuinamente preocupado del bien común debe tratar de identificar por qué razón la libertad económica está disminuyendo y qué medidas se necesitan para corregir el problema. Un gobierno que fracasa en ello, está incumpliendo sus deberes de promover el bien común.

Actualmente, en un gran número de países europeos, muchos gobiernos, pero también muchos ciudadanos, están esencialmente tratando de ignorar el problema de una libertad económica decreciente. Eso significa que están eludiendo sus responsabilidades para con sus países, sus familias y las generaciones pasadas y futuras. Además, mientras más se tarda en encarar el problema, más difíciles y traumáticos son los efectos de la reforma. Saber que existe un problema y negarse a afrontarlo es tremendamente irresponsable. Por lo tanto, si yo en mi calidad de extranjero pudiera darles algún consejo a los chilenos sería actuar inmediatamente para fortalecer la libertad económica antes de que se produzca un nuevo descenso.

Fuente: Revista LyD.

 

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