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Elecciones 2017: fragmentación contra unidad

Voces La Tercera

Nunca, desde el retorno a la democracia, se había generado tal nivel de incertezas respecto del encuadre sobre el cual se desarrollará la elección presidencial. En primer lugar, de manera inédita en nuestra historia reciente, la centroizquierda no llegará con una candidatura única a la primera vuelta presidencial. Esto implica la ausencia del oficialismo en el espacio político y electoral de la primaria del próximo 2 de julio, dando una ventaja significativa a la oposición de Chile Vamos, y quizás también, a una nueva oposición que se ubica a la izquierda de la Nueva Mayoría:  el Frente Amplio que, de alcanzar las 33 mil firmas, podría participar de la primaria legal, accediendo a toda la exposición y cobertura mediática que aquello implica, dejando a la centroizquierda prácticamente invisible en ese cuadro.

Por otro lado, la opción de la Junta Nacional de la Democracia Cristiana echó por la borda el plan trazado por Alejandro Guillier, quien se muestra cada vez más frágil en las encuestas. Sin ir más lejos, en el registro de Adimark, Guillier ha retrocedido 10 puntos porcentuales en intención de voto en cuatro meses. Ahora bien, la mala noticia para la DC es que la misma encuesta muestra que el declive del periodista no es capitalizado por Carolina Goic, quien no logra superar el 2% de intención de voto, sino que por Beatriz Sánchez.

En suma, la centroizquierda se encuentra desarticulada. Tal como se ha producido en España, Francia e Inglaterra, en nuestro país la socialdemocracia cede terreno a una nueva izquierda maximalista y radical. En ese escenario, el binomio que le dio sustento de gobernabilidad a la antigua Concertación bajo la etiqueta de “eje histórico” -el Partido Socialista y la Democracia Cristiana- se ha erosionado. Mientras el PS, apostando al pragmatismo fue capaz de “matar al padre”, al sepultar la candidatura de Ricardo Lagos, la DC, se la jugó por lo contrario, aislando el pragmatismo, se aventuró en la posibilidad de  reencontrar una identidad corroída en la Nueva Mayoría, con la candidatura de Goic como un espejismo electoral en un desierto de incertezas.

Pareciera que la DC, leyendo el nuevo contexto de mayor flexibilidad del sistema de representación proporcional, apuesta en el mediano plazo a llenar un espacio político en ebullición como es el centro político, y por qué no tal vez  con nuevos aliados. Por otra parte, en Chile Vamos las aguas son más quietas. La unidad frente a un clima político incierto y turbulento se ha transformado en el principal activo de la coalición.

Pero si bien el marco político de desavenencia y fragmentación en el oficialismo agrega una dosis de optimismo, la centroderecha debe canalizarlo con realismo y prudencia, ya que la ansiedad puede llevar a malas decisiones o hacer prevalecer intereses particulares por sobre un proyecto presidencial, cuyo éxito, algunos dan por descontado. La división del adversario puede ser enormemente útil en política, pero también, puede ser un arma de doble filo a la hora de ejecutar un programa de gobierno. La centroderecha tiene hoy una oportunidad histórica de retornar a La Moneda en 2018, con una madurez, experiencia y unidad que hacen posible forjar un proyecto político que no se agote en cuatro años, sino que en una apuesta a futuro.

 

Columna de Jorge Ramírez, Coordinador del Programa Sociedad y Política de Libertad y Desarrollo, publicada en Voces de La Tercera.-

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