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Chile y la Presidencia de Donald Trump

El Mercurio

Mientras Latinoamérica se estancaba y retrocedía en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial, países del Sudeste Asiático pasaban de la miseria a la modernidad. China se incorpora tarde a ese salto al progreso, pero cuando lo hace, lo hace a un ritmo acelerado. Ello nos recuerda que finalmente es la propia dinámica interna de una sociedad la que le permite avanzar, aunque las condiciones exógenas pueden ser importantes, especialmente cuando la realidad interna no es auspiciosa.

Si la Presidencia de Trump marca una diferencia para la economía americana y del mundo, su efecto en Chile se verá amplificado.

El segundo mandato de la Presidenta Bachelet terminará como el peor de las últimas décadas. El último IMACEC -de noviembre- registró una débil expansión de 0,8% en 12 meses, cerrando el peor trimestre desde 2014. Es más dramático si se excluye la minería, pues en ese caso se obtiene el peor registro trimestral desde 2009. Así el crecimiento del 2016 rondará el 1,5% y durante el 2017 será difícil superar el 2%. Si el desempleo se mantiene estable es en gran parte por el empleo por cuenta propia.

Este débil dinamismo unido a una inflación contenida, llevó al Banco Central a rebajar recientemente las tasas y se espera que continúe esa tendencia. Sin embargo, como es posible que la FED suba este año dos o tres veces su propia tasa, la trayectoria que finalmente decida el Banco Central chileno dependerá del posible efecto que dichas alzas tengan en la depreciación del peso y, con ello, en la inflación. La caída nominal del dólar -de más de $700 hace un año al valor actual- ha sido relevante en la moderación del proceso inflacionario. Si ello se revierte, el margen para la baja de tasas en Chile se reduce, aun cuando la economía no se recupere.

No es sólo el bajo crecimiento largamente sostenido el que hace a Chile más vulnerable a los vaivenes externos. Mientras el país arde literalmente en llamas, el gobierno se empecina en echar más leña al fuego de la incertidumbre. Después de una seguidilla de reformas mal inspiradas y peor ejecutadas, causantes en gran medida de la caída en el crecimiento, insiste con una reforma constitucional sin precisar ni sus lineamientos básicos. El proceso de consultas realizado es sólo una colección de anhelos y deseos muy lejos de la esencia de una constitución: instituciones, normas y procedimientos que permiten a una comunidad diversa vivir en paz. La historia muestra que el paso siguiente a transformar una Carta Fundamental en una expresión de un supuesto anhelo común es la aparición de líderes, demagogos o totalitarios, que pretenden encarnar ese anhelo actuando sin contrapesos y limitaciones. Los regímenes comunistas fueron eso y Venezuela -y en menor medida Bolivia y Ecuador- son casos recientes.

Si la tarea interna no la estamos haciendo ¿nos ayudará el mundo con la nueva visión que Trump pretende darle a EE.UU. o su gestión será el empujón final para sepultar definitivamente la esperanza que aún nos queda?

Durante el II semestre del 2016 la economía mundial reforzó su crecimiento, telón de fondo favorable sobre el cual el nuevo presidente podrá hacer una diferencia positiva o negativa. EE.UU. creció sobre su potencial, con inflación al alza, bajo desempleo y un mercado de vivienda más activo. Europa y Japón muestran cifras positivas con una inflación baja. Si bien China crece entre el 6,5% y 7% se observan presiones por la salida de capitales. Rusia y Brasil comienzan a salir de la recesión. Todo ello hace posible proyectar que el 2017 el mundo podría crecer 3,5%, medio punto más que el 2016.

Para poder ponderar el impacto que puede tener la Presidencia de Trump es conveniente abstraerse de su lenguaje combativo. El rechazo que su figura provoca no es por sus hechos, porque nunca ha sido político, sino por sus dichos. Es paradójico sin embargo que sus adversarios, que acusan a él y sus seguidores de deplorables, xenófobos y fascistas, son los primeros en organizar actos violentos. Durante y después de su jura al cargo la izquierda se lanzó a la calle, como ya hizo con Bush en el 2000 o Cameron en el 2010, dando muestras con ello de su concepción de la democracia como un juego donde todos votan para que siempre gane un político de izquierda. Ello apoyado por una prensa que presentó una secuencia de noticias que llegó hasta incluir una nota de la cadena CNN especulando sobre el asesinato del Presidente y Vicepresidente antes de su jura, lo que implicaría la asunción de un funcionario nombrado por Obama.

La realidad es que el Presidente fue elegido a través del Partido Republicano que lo respalda plenamente y que tiene mayoría en ambas Cámaras, en la mayoría de las gobernaciones estatales y en los municipios. De sus nominaciones al gabinete, incluso Warren Buffett -que respaldó abiertamente a Hillary Clinton- reconoció la calidad de su equipo. Usando este prisma debiéramos esperar un gobierno eficaz y constructivo.

En términos generales seguramente dejará de colocar el medioambiente por encima del empleo, la construcción de infraestructura y la buena marcha de la economía en general. Eliminará regulaciones, facilitará que más pobres puedan elegir su escuela y rebajará impuestos. Que EE.UU. gire hacia el aislamiento comercial contrario a su historia como nación requiere la intervención de muchas instituciones. Por ejemplo Chile, sin el TPP que el gobierno de Trump acaba de desahuciar, igual dispone de un acuerdo propio de libre comercio con dicho país y siempre queda como último recurso la OMC. En China en cambio, mientras su Presidente Xi Jinping era ovacionado por sus palabras pro libertad en Davos, la cabeza del poder judicial del país les ordenaba a los jueces ignorar el concepto occidental de la independencia de los poderes, ya que son subordinados –nombrados y destituidos a voluntad - del Partido Comunista Chino.

En materias regulatorias el gobierno de Trump ya ha actuado para cumplir sus promesas. Instruyó a las agencia gubernamentales congelar las nuevas normas, reabrió la posibilidad de construir los nuevos oleoductos que había bloqueado Obama y los presidentes de las principales compañías automotrices han indicado cambios en sus planes de inversión argumentando los menores impuestos y regulaciones que vuelven nuevamente atractivo a EE.UU. para invertir.

Estos primeros pasos podrían justificar el optimismo de los mercados. Si dicho optimismo se hace realidad, Chile tendría un espacio de tiempo adicional para decidir finalmente salir de su letargo actual antes que sea demasiado tarde.

 

Columna de Hernán Büchi, Consejero de Libertad y Desarrollo, publicada hoy en El Mercurio.-

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