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Errar es humano

El Mercurio

Errar es tan humano como asignar responsabilidades. Supuestos expertos, analistas, encuestadores y políticos de casi todo el mundo se equivocaron: Donald Trump es Presidente de los Estados Unidos. Pueden volver a equivocarse.

Hillary fue una pésima candidata y los líderes políticos, que menospreciaron la calidad de la política, son culpables del desenlace. Son otros tiempos a los del ex presidente Clinton, que sostuvo que para triunfar lo importante era la economía.

Hillary, soberbia, calificó como "deplorables" a los partidarios de Trump. Ofendió a casi 60 millones de votantes.

Arrogante, se situó por encima de la ley: descuidó el manejo de secretos de Estado y recibió aportes fantasmas y comprometedores de financistas, gobiernos y ciudadanos extranjeros, a través de la oscura Fundación Clinton. De haber sido elegida, y sin la pesadilla de Trump, podría haber sido investigada a fondo y expuesta a la destitución.

Oportunista, giró a la izquierda para captar los votos del socialista Bernie Sanders, su rival en las primarias.

Distante, no provocaba mayor entusiasmo entre sus partidarios.

De nada le sirvió gastar más del doble que su contendor.

Era tan vulnerable que no le valió su importante trayectoria frente Trump, el único presidente elegido sin experiencia en el servicio público.

A pesar de la repulsiva misoginia del electo, resultó indiferente su condición de posible primera mujer presidente (o presidenta, si se prefiere) como garantía de buen gobierno. Ya lo sabemos por otras experiencias cercanas, Dilma y Cristina Kirchner.

Desconectada de la base tradicional demócrata, perdió a los trabajadores blancos y optó por la inclusión de minorías. Otros candidatos republicanos también podrían haberla derrotado.

Podríamos volver a equivocarnos inducidos por los mismos expertos que ahora predicen que Donald Trump demolerá las instituciones y los compromisos de Estados Unidos con las libertades y con el resto del mundo: que desconocerá derechos fundamentales y que impondrá los extremos del aislacionismo y del proteccionismo.

Atemorizados por la inquietante personalidad de Trump se omite los equilibrios constitucionales del poder norteamericano, que destituyeron a Nixon y contuvieron los excesos de muchos presidentes de Estados Unidos. Los mandatarios norteamericanos no se mandan solos. También se prefiere ignorar que Trump es un negociador, que su inclinación es llegar a acuerdos.

América Latina no le interesa a Trump, salvo México. No es novedad, así lo consideraron muchos de sus antecesores.

Chile no está en sus prioridades y el futuro mandatario carece de autoridad para revocar los tratados comerciales y de cooperación.

Aconsejo que no se busque tener contacto con el nuevo presidente. Mejor es pasar desapercibido y relacionarnos con la burocracia, legisladores, con la comunidad de negocios y demás influyentes, que nos aprecian, en vez de despertar los instintos del Presidente y de sus cercanos.

Columna de Hernán Felipe Errázuriz, Consejero de Libertad y Desarrollo, en El Mercurio.-

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