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Iguales: todas y todos

El Mercurio

Quisieran que fuéramos todos (y todas) iguales. Tan iguales como los pingüinos, que no se distinguen unos de otros, y de otras.

Prepotentes inquisidores con piel de progresistas legislan para que todos y todas seamos igualmente ignorantes, igualmente reprimidos, del mismo peso, igualmente infelices.

Predican la diversidad para finalmente imponer la mediocridad. Es que son prohibicionistas, no creen en la libertad ni en la responsabilidad individual: se arrogan el derecho de tomar decisiones que nos pertenecen.

Para que seamos del mismo peso y consumamos los mismos alimentos, se recurre a programas y publicidades alimentarias absurdas. Dicen que se preocupan de la salud pública, pero no les importa la carencia de los servicios sanitarios básicos.

Da casi lo mismo qué alimentos escoger: gran parte de los envasados están etiquetados con censuras similares. De profundizarse la campaña, las hallullas y las empanadas deberían prohibirse por excederse en los contenidos de grasas, sodio y calorías.

Con la propuesta de quitarles los patines a los estudiantes se pretendía impedir que unos avanzaran en sus conocimientos más rápido que otros. Ahora se propone prohibir las tareas y quitarles los cuadernos. Tendrán que dejarlos en la escuela con los textos de estudio. Prohibido que los profesores formulen proyectos educativos que impliquen trabajos fuera de las horas de clases. Prohibido adelantar, recuperar clases perdidas y aumentar las capacidades de los alumnos. Todos y todas deben saber, o no saber, lo mismo. Difícilmente podrá enseñarse y exigirse más del mínimo oficial. Otra nivelación hacia abajo.

Hay tres proyectos de ley prohibicionistas en el Congreso para perseguir a los fumadores, es la tabacofobia, la misma que tenían Lenin y Hitler.

El vértigo por la igualdad los lleva a imponer la cajetilla única, con diseños y colores a gusto de los parlamentarios y sin poder distinguir el contenido de nicotina. Con lo que en verdad sueñan es con el ciudadano y la ciudadana únicos, para manipularlos.

Se agrega la prohibición de "la fabricación y venta de dulces, golosinas, juguetes o cualquier otro artículo que asemeje o tenga forma de pipa, cigarrillo u otro producto de tabaco". Y, por ende, prohibidos los cuchuflíes, los barquillos, la tiza tubular y otros productos de forma similar. Lo propuso la ministra Molina, que fuera derrotada el domingo pasado en su candidatura a alcaldesa de Ñuñoa.

De paso hay que mencionar la contradicción de otros proyectos de ley destinados a favorecer el consumo y la producción de marihuana. Es lo que prefieren los honorables parlamentarios. Parece que se fuma opio en el Congreso.

La novedad más reciente es el prohibicionismo de la barra libre y las happy hours en los bares. Prohibido divertirse, parece. Lo anunciaron esta semana, después del fracaso electoral de la Nueva Mayoría.

Columna de Hernán Felipe Errázuriz, Consejero de Libertad y Desarrollo, en El Mercurio.-

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