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Choquehuanca’s show

El Mercurio

Hemos contribuido, sin querer, a magnificar la visita de Choquehuanca, sin aprovechar debidamente una excelente oportunidad para transmitir a los bolivianos, y al resto del mundo, las facilidades que Chile le otorga a Bolivia. Sus pleitomaníacas y reivindicatorias declaraciones son otra razón para acelerar el retiro del Pacto de Bogotá, que alienta a nuevas demandas abusivas.

Las cancillerías funcionan, y están obligadas, según las prácticas diplomáticas. No están organizadas ni preparadas para entenderse con provocadores y payasos, que desprecian y transgreden las convenciones mínimas de respeto entre los países y sus autoridades. Otros son los códigos aplicables a estos abusadores y no hay que permitirles que se apropien de los escenarios. Hay que recordar cuando el rey Juan Carlos hizo callar a Chávez durante la Cumbre Iberoamericana en Santiago.

La visita de Choquehuanca nunca fue una visita privada, para fines estrictamente personales. Fue siempre oficial, aunque sus propósitos fueran mediáticos y en beneficio de sus aspiraciones políticas. Ingresaba y tenía derecho a conocer el ejercicio del derecho de libre tránsito de que goza el comercio boliviano y para informarse sobre el funcionamiento de los terminales portuarios: Bolivia es el principal usuario del puerto de Arica. Habría sido contraproducente y causado escándalo innecesario prohibirle el ingreso.

Además de la denuncia y protestas por los agravios causados y desenmascarar al visitante, como correctamente se hizo, esta era una buena oportunidad para que las autoridades nacionales se concentraran en la difusión de los privilegios de que goza Bolivia para su comercio exterior. Para reiterar los beneficios de la modernidad, ahorros de costos y eficiencia que le prestan los puertos nacionales que, seguramente, habrían impresionado a los bolivianos, ajenos a los servicios portuarios y marítimos.

Al concluir la visita, quedó nuevamente en evidencia el ánimo litigioso y confrontacional del régimen de Evo Morales con Chile y sus autoridades. En su paso por el territorio nacional, Choquehuanca, eterno querulante, amenazó con otras dos demandas internacionales. Su pleitomanía no tiene límites. Es tiempo de quitarle el piso que La Haya da a Bolivia. Es más práctico y conveniente denunciar el Pacto de Bogotá que haber establecido la exigencia de visa a los funcionarios y diplomáticos bolivianos para ingresar al territorio nacional: pueden obviar ese trámite simplemente ingresando con cédula de identidad.

Columna de Hernán Felipe Errázuriz, Consejero de Libertad y Desarrollo, en El Mercurio.-

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