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Cada día puede ser peor

El Mercurio

La Presidenta Bachelet difiere de ciertas características de Nicolás Maduro y Cristina Kirchner. No es su estilo hablar mucho, generar un relato disociado de la realidad y emitir frases de impacto aunque ininteligibles aun para sus propios acólitos. Podrá estar equivocada según lo que pensemos, pero no se le puede imputar que hable sin tener una secuencia en sus pensamientos. Cuando hace semanas en esta columna aludimos a sus dichos en El Salvador, donde con nostalgia recordaba lo que llamó la “protección social en la Alemania Comunista”, es porque así lo siente y ello guía sus decisiones. Desgraciadamente no parece haber aquilatado el entorno social, político y económico que transcurría en aquellos oscuros años del Muro. Desde esos sentimientos es fácil entender sus propuestas y si mantiene rumbo similar al de la Europa Oriental el resultado será el mismo, ni bienestar ni progreso.

Cuando hace pocos días deslizó en una entrevista de televisión que “cada día puede ser peor”-y dada su historia de consecuencia- es imposible no darle un contexto más amplio. Aunque al ver el impacto de sus dichos intentó acotar su desacierto sólo a desastres naturales, no puede haberle pasado desapercibido que la tendencia de nuestra evolución económica va, en efecto, cada día peor. Si hace 12 meses los pronósticos apuntaban a en torno a 3,5% de crecimiento para este año, en los últimos meses, primero Hacienda y luego el Banco Central le han puesto un techo de 2,5%. Pero el IMACEC de agosto, de apenas 1,1% hace que la tarea de empinarse incluso sobre el 2% no sea sencilla. Agosto contó con la ventaja de una base de comparación muy favorable, un día hábil adicional y un fuerte impulso de 13,4% en el crecimiento del gasto público. Así y todo el avance fue decepcionante. Los meses del último trimestre tendrán la desventaja de una base de comparación más dura.

De los últimos datos lo que más llama la atención es la disminución de la contribución del comercio al crecimiento. Los salarios nominales en agosto tuvieron una variación nula mes a mes y con ello un retroceso en términos reales, insertos en una tendencia a la desaceleración pronunciada en los últimos 12 meses. Es posible que este comportamiento de los salarios y la debilidad en el empleo privado sea lo que esté afectando al dinamismo del consumo. De ser así podríamos ver una recesión técnica en los próximos meses con dos trimestres de crecimiento negativos.

El repunte reciente en las importaciones de bienes de capital y la leve mejoría de las expectativas empresariales se dan contra un punto de comparación muy deprimido. El nivel de importaciones de bienes de capital, en términos reales, han caído tanto que es equivalente al del año 2008- siete años atrás- y por ello pueden aparecer cifras positivas y, en el caso de las expectativas empresariales que miden si el futuro se percibe mejor o peor, cuando llegan a niveles muy bajos sólo pueden repuntar. Pero lo visto hasta la fecha es un verdadero desplome y aunque al menos por un tiempo el país dejará de caer, se estabilizará en una trayectoria mucho más modesta, incapaz de responder a los anhelos y aspiraciones legítimos.

El IPC de septiembre de 0,5% por debajo del consenso fue una buena noticia. Sin embargo la inflación subyacente preferida por el Banco Central se mantiene estable en 4,9% en 12 meses. Aunque el dato puntual del mes pasado esté ayudando en las expectativas, la realidad de la tendencia subyacente y la mantención de la credibilidad en los dichos del Banco Central llevó a su Consejo a concretar su primera alza de tasas en 25 puntos base. Esto en tanto para el 2016 la economía perderá dos impulsos actuales: el cuasi boom del sector inmobiliario por las expectativas de aplicación del IVA a la construcción y los créditos a muy baja tasa y largo plazo, y el efecto de la expansión fiscal que deberá moderarse.

No deja de ser interesante destacar la confusión reinante con las cifras presupuestarias, nacidas del uso indistinto que hace el fisco entre datos reales y estructurales. Se intenta aparecer conservador en la expansión del gasto para moderar las preocupaciones del desequilibrio futuro. Pero recordemos que cuando en Europa se establecieron los acuerdos de disciplina fiscal para el Club del Euro, se descartó el uso de cifras estructurales por la complejidad de su control y por las imprecisiones que generaría. Así y todo, sólo con cifras reales, hemos sabido que Grecia logró confundir a sus expertos socios de la Comunidad y por bastante tiempo. ¡Qué queda para el ciudadano chileno común y corriente! En todo caso la credibilidad de nuestras autoridades financieras me lleva a pensar que la expansión del gasto público se moderará y no mantendrán el fuerte impulso actual.

Por lo expuesto es claro que el esfuerzo  para crecer a tasas de 2,0 a 2,5% para el próximo año deberá ser muy importante y que esta situación no puede serle ajena a la Presidenta.

Sin embargo, insiste en cambios profundos, mal diseñados y casi atolondrados. Sabe que ello afectará más aún a la economía y quizás en parte por ello nos adelantó que “cada día puede ser peor”, pero esto no parece detenerla. Sin duda debe considerar que el costo del menor crecimiento se compensa con algún beneficio. Si así no fuera debería estar rectificando las incertidumbres tributarias y actuaciones del SII; planificaría los cambios antes de saltar al vacío en materia universitaria; sería equilibrada en los cambios laborales que impulsa; contendría sus ímpetus reformistas constitucionales en lugar de utilizar el presupuesto de modo proselitista con una reforma constitucional sobre cuyas verdaderas intenciones guarda reserva.

¿Qué puede estar buscando? Dada su experiencia ya debería tener claro que los beneficios que anhela tipo Alemania Comunista no existen sin progreso. Más aún se perfila claro que sus reformas no beneficiarán ni a la calidad de la educación, ni a la masa docente ni a los niños. Darán, sí, más poder a las cúpulas de sindicatos y de profesores. Si lo que busca es dar ventajas políticas a sus aliados, concentrando el poder en el gobierno y quitándolo a los ciudadanos, eliminando la competencia política y cambiando las reglas electorales y constitucionales a favor de las cúpulas, sí puede ser exitosa. El Peronismo, que se perfila de nuevo como mayoría en las elecciones de la semana próxima en Argentina, ha triunfado en ello pero a costa del tremendo estancamiento secular que vive el país.

Esperemos que sus sueños de los beneficios de Alemania Comunista no le impidan ver la realidad. De ser así, todavía es posible que recapacite ante el deterioro del día a día. De lo contrario, y como el mundo no vendrá a nuestro rescate esta vez, su pronóstico televisado será certero para desgracia de todos.

 

Columna de Hernán Büchi, Consejero de LyD, publicada en El Mercurio.-

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