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Movilidad Social: En lo que realmente interesa avanzar

El Libero

PAULINA HENOCH LYDA principios de abril recibimos en LyD la visita en Chile del destacado académico canadiense Herbert Grübel, quien nos entregó una novedosa forma de incorporar la evolución de la situación socioeconómica de las familias a los indicadores tradicionales de pobreza y desigualdad. Este concepto se conoce como movilidad social, y entre muchas cosas, trata de medir algo muy importante: ¿dónde se encuentran hoy las mismas familias que anteriormente se encontraban en el primer quintil de ingreso? ¿Mejoraron su posición a través del tiempo?

Y es que el estudio tradicional de las tasas de pobreza y desigualdad pasa por alto el hecho de que no necesariamente son las mismas familias las que están cada año dentro de los grupos más desfavorecidos de la población. Así, realizando los mismos ejercicios que hace Grübel para Canadá, encontramos que la movilidad social ascendente en Chile es alta, es decir, que un alto porcentaje de la población mejora su situación social; que si bien los ingresos de los más ricos aumentan, los de los más pobres también lo hacen; y que en una sociedad móvil, los indicadores de desigualdad resultan ser poco informativos y conducen a un diagnóstico errado[i].

Más específicamente, a través de la encuesta Panel CASEN encontramos para Chile que 58% de las personas que pertenecían al primer quintil de ingreso mejoraron su situación entre 1996 y 2006. Este resultado es coincidente con el estudio del Banco Mundial del 2012[ii], que concluye que la movilidad de nuestro país es alta y que el 60,7% de la población en Chile ha mejorado su situación entre 1995 y 2010, mientras que en ese mismo período tan sólo 42,9% de la población de la región había mejorado.

La alta movilidad ascendente y una mayor proporción de personas en clase media implicarían entonces un necesario cambio de enfoque de nuestra política social, la que supone que la situación social de las personas se mantiene, y que no considera la realidad de nuestro país, que estar en pobreza respondería más bien a una realidad transitoria.

Adicionalmente, toda la discusión en torno a la desigualdad, tanto de su nivel como de su tendencia, se ha hecho sobre la base de indicadores de desigualdad que como vimos pueden resultar tremendamente engañosos, puesto que corresponden a una foto en un momento determinado, sin considerar la movilidad de las personas. Más aún, dado que la desigualdad es un indicador relativo, sería relevante que tomara en cuenta quiénes están en determinada posición y las mejoras generalizadas en las condiciones de vida de las personas.

A su vez, a través de la Panel CASEN es posible observar que los niveles de desigualdad serían menores a los reportados si se sigue a las familias que en 1996 pertenecían al 20% más pobre en relación a las que formaban parte del 20% más rico. Al utilizar en todos los períodos la composición de quintiles de 1996, obtenemos para 2006 un índice de desigualdad 20/20 de 3,5, muy por debajo del que obtendríamos con la medida tradicional pasando por alto la movilidad (8,7).

Estos resultados nos permiten concluir que en una sociedad con elevada movilidad, como Chile, el cálculo tradicional de desigualdad no captura la movilidad social presente. Con lo cual la desigualdad resultaría ser un indicador bastante engañoso, pues no sólo obvia diferencias de ingreso propias del ciclo de vida, sino que también mejoras económicas de aquellos que dejaron de ser pobres.


 

[i] Temas Públicos N° 1.202. “Mayor movilidad social y sus implicancias en las políticas públicas”. LyD, Abril 2015.

[ii] Ferreira, Messina, Rigolini, Lopéz - Calva, Lugo y Renos. “La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina”. Banco Mundial. Washington D.C. 2012.

 

Columna de Paulina Henoch, Investigadora del Programa Social de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.- 

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