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JUAN ANDRÉS FONTAINE Y EL PULSO DE LA REFORMA LABORAL

_DSC3197El propósito de la Reforma Laboral, según ha dicho el Gobierno, es reducir la desigualdad en la distribución de la renta y para ello plantea reforzar la capacidad de los sindicatos para conseguir mayores alzas de salarios. Dos errores sustanciales subyacen, a juicio del Consejero de LyD y ex ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, en este planteamiento. Esto, porque en primer lugar,  todos los estudios sugieren que la causa más directa de la desigualdad es la falta de empleos en los sectores más vulnerables y al elevar artificialmente los salarios, el proyecto desalienta la creación de oportunidades de trabajo para ellos; y en segundo lugar, porque en el mejor de los casos, la reforma puede alzar los salarios de los trabajadores sindicalizados de las empresas grandes, pero no hace nada -e incluso perjudica- por los trabajadores de las empresas pequeñas (que no se prestan para tener sindicatos), los micro empresarios y los trabajadores por cuenta propia. "Es sabido que los mayores bolsones de pobreza se encuentran en estos grupos. En el quintil más pobre, sólo un tercio de los adultos tienen trabajo; en el más rico, un 70% lo tiene: he ahí la raíz de la desigualdad de ingresos.

"Hay algo profundamente anticuado en la visión que inspira el proyecto del Gobierno. En los sesenta y setenta se intentó en toda América Latina mejorar la distribución del ingreso dotando a los sindicatos de más capacidad de presión. No resultó. En una economía integrada al mundo y abierta a la tecnología, subir los salarios por sobre la productividad resta competitividad a las empresas, las obliga a mecanizar sus faenas o buscar líneas de producción más intensivas en tecnología y menos intensivas en personal. Todo esto cierra puestos de trabajo y condena a los trabajadores de menor productividad a la cesantía o a precarios empleos informales o por cuenta propia. ¿Cómo puede hoy sostenerse que ello mejoraría la distribución de la renta? "

¿Considera que hay un error en la forma de entender la negociación colectiva?

En mi opinión la negociación colectiva no puede ser vista como un instrumento de la política redistributiva del gobierno. Para eso están el gasto social y los impuestos. La negociación colectiva debe entenderse principalmente como la forma para discernir al interior de cada empresa la productividad específica de sus trabajadores (que puede ser mayor a lo que ellos rendirían en otras ocupaciones) a efectos de determinar cuánto más deberían ser remunerados que los que les ofrecen las ocupaciones alternativas. Pero la reforma laboral del Gobierno no participa de la visión moderna del rol de la negociación colectiva, sino una visión sesentera de ella.

¿Por qué reformar el mercado laboral si en los últimos años ha llegado a cifras récord de desempleo y ha crecido enormemente el número de empleados asalariados?

Es cierto que entre  2010 y 2014 el mercado laboral mostró un extraordinario dinamismo, creó un millón de empleos y redujo el desempleo al mínimo histórico. En mi opinión, el desafío que tenemos ahora es crear otro millón de empleos en los próximos 5 años y rebajar el desempleo al 5%. Hay evidencia que cuando el desempleo baja, también lo hace el coeficiente gini, el indicador más popular de desigualdad de ingresos. Pero ello requiere no sólo una economía muy dinámica -con mucha inversión privada y pública-, sino una Reforma Laboral que abra más y mejores oportunidades de empleo a las mujeres, los jóvenes, los adultos mayores, que facilite el desarrollo de actividades con alta generación de empleos hoy desalentadas por las rigideces de nuestra legislación (la agricultura, el turismo, informática) y que así ayude a elevar la productividad y los ingresos de los trabajadores. Estoy lejos de pensar que nuestra legislación laboral es perfecta y no requiere de reformas, pero el problema es que el proyecto del Gobierno apunta en una dirección equivocada.

¿Por qué la Reforma Laboral no va a mejorar el clima laboral ni la productividad, que son los objetivos del Gobierno con esto?

No hay evidencias de un mal clima laboral en Chile. Por ejemplo, sólo el 51% de los trabajadores de las empresas sin sindicato lo atribuye  a una actitud negativa del empleador; 53% simplemente estima que el sindicato no es necesario. No hay gran proliferación de huelgas -las más comunes no están asociadas a la negociación colectiva, son ilegales e involucran a empleados públicos- y las encuestas revelan que los trabajadores no están descontentos con la forma como se llevan las relaciones laborales en sus empresas, aunque por cierto preferirían ser mejor pagados y los sindicatos pueden ayudarlos a ello.

"Me preocupa de la reforma laboral que al ensalzar la negociación colectiva como instrumento redistributivo, alienta peticiones salariales desligadas de los aumentos de productividad  y exacerba las huelgas. De hecho, el proyecto gubernamental elimina la facultad con que cuentan hoy las empresas en huelga para reemplazar - limitadamente- a los huelguistas y  sólo permite mantener operativos  "servicios mínimos" para impedir el deterioro de las instalaciones. Estas y otras disposiciones hacen previsible que esto termine conduciendo a huelgas más frecuentes, más prolongadas y más conflictivas.

SINDICATOS DEBEN GANARSE SU CLIENTELA

La Reforma Laboral es eminentemente sindical ¿Hay baja sindicalización en Chile? Si no la hay, ¿Por qué existe esa percepción?

La tasa de sindicalización en Chile (17%) es sólo levemente inferior a la del promedio de la OCDE (18%). Si uno considera que en Chile los empleados públicos no pueden formar sindicatos y que acá es más común el trabajo doméstico, nuestra tasa de sindicalización en el universo pertinente de asalariados es semejante o incluso mayor. La comparación internacional admite grandes diferencias: los países de mayor sindicalización son los escandinavos, que suelen dar a los sindicatos un rol en la seguridad social. En cambio, en EE.UU., Corea y Francia, por ejemplo, la sindicalización es muy inferior a la nuestra. En  Chile hay sindicatos en 50% de las empresas consideradas grandes. Cuando el gobierno habla de promover la sindicalización lo que busca es sindicalizar a los trabajadores de las empresas pequeñas y medianas, cuyas tasas de sindicalización son de 4,5% y 23%, respectivamente.

Creo que los sindicatos son importantes para los trabajadores y las empresas. Pueden representar bien a los trabajadores en las negociaciones colectivas, asegurar que lo pactado se cumpla y promover el clima de colaboración que debe imperar en una empresa exitosa. Pero la afiliación no debe ser forzada como en el fondo pretende el proyecto del Gobierno, debe ser libremente decidida por el trabajador. Como las empresas, los sindicatos deben ganarse su clientela, no pretender que ella les sea regalada.

A su juicio, ¿Cuál de todos los planteamientos de la Reforma es el más nocivo para los trabajadores?

Lo más nocivo para los trabajadores es perder libertad por pertenecer o no a un sindicato, de ir o no a la huelga. La Reforma otorga al sindicato el monopolio de la negociación colectiva. Sólo pueden negociar colectivamente los grupos de trabajadores no sindicalizados si no existe ningún sindicato en la empresa. Además, el sindicato tiene poder de veto respecto de la posibilidad de que se extiendan a los no sindicalizados los beneficios conseguidos en la negociación. En caso de huelga, la ausencia del reemplazo puede obligar a paralizar operaciones, perjudicando el trabajo y la remuneración de los trabajadores no plegados a la huelga. Como ha dicho la economista Andrea Repetto -experta laboral que formó parte del equipo que elaboró el programa económico del Gobierno- la reforma parece hacer de los no sindicalizados "trabajadores de segunda clase": sin derecho a negociar colectivamente, sin derecho a huelga y obligados a someterse a la voluntad del sindicato de su empresa.

¿Hacia dónde debiera apuntar la Reforma Laboral? ¿Hacia la inclusión de las mujeres y de los más marginados?

Lo más rescatable de la Reforma Laboral es que introduce una dosis de "adaptabilidad" en las jornadas laborales, al permitir que -mediante negociación colectiva- empleados y empleadores pacten una distribución de jornadas máximas  y descansos obligatorios más acorde con sus necesidades. Esto es especialmente importante para promover el empleo de mujeres y jóvenes, a los cuales la actual rigidez de jornadas les impide integrase al mercado ocupacional.

"La adaptabilidad es también muy importante para ciertos sectores productivos. Tanto para el agro como para el turismo, el gobierno anterior intentó mediante sendos proyectos de ley la flexibilización necesaria: tampoco han avanzado en el Congreso. Desgraciadamente, la reforma no avanza suficientemente en este tema. Absurdamente, exige que ella se aplique sólo si en la empresa en cuestión, el sindicato que la negocia tiene al menos 30% de los trabajadores afiliados. Plantea incluso, que inicialmente el mínimo de afiliación sea de 65% y baje en cuatro años al 30% señalado. La CUT se opone también a ello: declara que la adaptabilidad es un tema extemporáneo, que no debería ser materia de negociación colectiva ni individual. La multisindical quiere impedir a los trabajadores incluso el estrecho margen de negociación de jornadas que admite el proyecto".

Columna de Juan Andrés Fontaine, Consejero de Libertad y Desarrollo, en la Revista LyD.-

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