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IMPUESTOS: MITO Y REALIDAD

Crece el consenso para aumentar los impuestos en Chile, o al menos, para una vez más, no revertir el alza transitoria de impuesto de primera categoría que se aprobó el año pasado por el terremoto.

Para Rodrigo Troncoso, coordinador del Programa Social y Cecilia Cifuentes, investigadora del Programa Económico de LyD, parece clave primero determinar para qué se quieren aumentar los impuestos. ¿Lo es para recaudar más y financiar mejoras en la educación? Es interesante mencionar que el presupuesto de educación aumentó en US$ 4000 millones entre 2008 y 2011, sin que al parecer se hayan visto mejoras significativas. Urge entonces, antes que subir los impuestos, mejorar la eficiencia del gasto, que no parece ser la mejor. Pero además no olvidemos que en Chile el impuesto a las empresas se constituye en un crédito del impuesto que pagan las personas, por lo que subir el impuesto a las primeras, y reducirlo a las segundas, como se ha insinuado, probablemente no recaude nada, y de hecho, la recaudación podría incluso caer. Además, se vería afectada en forma negativa la inversión, el crecimiento del PIB, y con eso la misma recaudación, muy sensible al nivel de actividad económica.

¿Subir los impuestos para mejorar la equidad? El impuesto a las empresas no tiene ningún efecto en redistribución del ingreso, como ya fue evidenciado en un estudio de Engel, Galetovic y Raddatz.  Por lo demás, los economistas sabemos que la incidencia de un impuesto (quién lo paga) depende de las elasticidades de oferta y demanda, y no de quien diga la ley que debe pagarlo. De esta forma, un aumento de impuesto a las empresas termina distribuyéndose entre sus dueños, sus trabajadores y sus consumidores, sin que se pueda saber a priori lo que ocurre con la distribución.

Los defensores de las alzas de impuestos suelen usar los índices de desigualdad que presenta el país como justificación. Sin embargo, rara vez consideran el impacto de diversas políticas sociales. En efecto,  al incluir los subsidios monetarios, en vivienda, salud y  educación, vemos que los niveles de desigualdad de Chile son, en realidad, comparables con los de países europeos.

La desigualdad más importante en Chile es la de ingresos generados por las propias familias y no en calidad de vida. Esta realidad plantea un escenario distinto para la política pública, ya que  seguir con la redistribución de ingresos desincentiva la generación de ingresos por cuenta propia. El desafío para la política pública es incentivar la productividad y participación de los sectores más vulnerables, lo que debería ir traduciendo en un cada vez menor necesidad de gasto en programas redistributivos.

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